“Los Vales”: la Moneda local de los Campamentos mineros

Nro. de Publicación: 16

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Título: “Los Vales”: la Moneda local de los Campamentos mineros.

Autores: Filemón Escobar y Olga Vásquez

¿Por qué las relaciones humanas entre los trabajadores y la patronal estuvieron mediatizadas por “Los Vales”? ¿Quién los inventó? Y ¿Por qué los trabajadores aceptaron el Vale en sus relaciones dentro de la empresa, ya sea privada o estatal?

Una investigación, somera por cierto, señala que los Vales tienen su origen hacia 1900. Cuando se descubre la veta La Salvadora, a los pocos años se termina el primer socavón y se lo denomina Socavón Patiño. En las afueras se construye el primer campamento, en la zona de Miraflores, a unos mil metros de altura. Desde esa altura, rumbo a Miraflores, se construye el primer Andarivel hasta el ingenio de Uncía. Una vez que el Nivel 650 fue concluido, tanto al ingenio de concentración de Uncía como al de Catavi, el ingeniero Minchin los llamó Ingenio Victoria, en honor de la reina de Inglaterra.

El ayllu

¿Por qué los Vales adquieren importancia en las relaciones obrero—patronales? Su origen radica en la composición social de los trabajadores mineros. Un 80% proviene del área rural, que rodea a la Empresa Minera de Catavi, en particular de los ayllus del norte de Potosí, entre los que se cuentan los famosos Laimes y Jucumanis. La famosa Empresa Minera Colquechaca se encuentra, así mismo, cerca de la gran urbe indígena de Chayanta y otros tantos ayllus colindantes como Pocoata, Macha, Ocurí. Además, no debe olvidarse que Tomás Katari puso en pie de combate a todos los indígenas de las regiones que hemos señalado. Chuquiuta es la zona que obliga a los viajeros a pasar por allí para llegar, de Llallagua a Sucre, y su particularidad estriba en que se encuentra en el centro de los ayllus de los Laimes y Jucumanis.

 

Estos ayllus han logrado sobrevivir a la Colonia y a la República. Se recuerda que, en esas zonas, la rebelión, durante la Guerra Federal, fue dramática. Los comunarios se movilizaron por el rescate de sus tierras, que fueron usurpadas por los gamonales. Aún hoy se recuerda la brutal y despiadada masacre en la plaza de Colquechaca, donde los Aloncistas, disfrazados con ponchos y debidamente armados, se apostaron en las bocacalles para consumar una monstruosa masacre. Las figuras de José Santos Villca y del tata Jarro aún son recordadas. Sus herederos, los moradores de Pata Kochi , ubicado a algunos kilómetros al este de Colquechaca, se ufanan de su rebeldía y trasmiten a sus hermanos las proezas del caudillo.

 

Concluida la Guerra Federal, surgió, de súbito, la figura de Simón I Patiño. Su empresa va a ocupar sus tierras, que bordean al cerro Juan de Valle. Los mineros de la Patiño son los descendientes directos de Tomás Katari, de José Santos Villca y del gran tata Jarro. Lo que explica por qué, en su condición de proletarios, los comunarios de ayer son extremadamente combativos. Ahora bien, junto con el ayllu, en las comunidades del norte de Potosí, continua vigente la economía de reciprocidad, el ayni, la solidaridad, el “Tu me ayudas ahora y luego yo te ayudo”. Sus relaciones no son mercantiles. El dinero, aún en la era de la COMIBOL, fue casi ignorado por los mineros-comunarios.

 

Debemos remarcar que Chayanta tenía un radio urbano mayor que el de Uncía y Llallagua. Sus anchos caminos, cuidadosamente empedrados, provienen del incario. Los españoles, en el pueblo de Chayanta, nos han dejado como legado arquitectónico una serie de magnificas iglesias, labradas pacientemente por los indígenas. En Pocoata y Chayanta, aún quedan esos símbolos. Recién en el año de 1880 se designó, como provincia, a Chayanta y a Pocoata como su capital. Hasta el año de 1914, Chayanta contaba con 5.357 habitantes, mientras que Uncía no pasaba de 1.394 y Llallagua de 1.822. No debe olvidarse que Andrés de Santa Cruz mandó construir el edificio escolar Chayanta para recalcar y recordar la importancia histórica de esa memorable región.

 

Tinku y Ferias de trueque

 

Se debe tomar debida nota de los siguientes hechos. Es indiscutible y, desgraciadamente, ignorado por nuestros “sociólogos”, que los grandes Pueblos del área rural continúan siendo las verdaderas capitales para los pueblos indígenas; allí tienen sus viviendas, donde almacenan sus productos; se concentran para magnificar las festividades religiosas; uno de sus grandes símbolos, en Macha y Pocoata, es el tinku entre arribeños y abajeños, que reponen la forma de lucha de José Santos Villca y del tata Jarro. Al margen del tinku, y como competencia con él, está la música del khaluyo y el gran zapateo chanyanteño. Es, en estos Pueblos donde, diariamente, se proveen de todo lo necesario; periódicamente, realizan sus multitudinarias e imponentes Ferias, en muchas de los cuales se efectúan trueques directos entre productos, al margen de la moneda, es más: ignorando la moneda, que es la mayor expresión de la sociedad occidental.

 

Otro antecedente importante, aunque da la impresión que sus Pueblos están abandonados, tiene que ver con el hecho de que sus moradores han emigrado hasta los valles, en busca de maíz y trigo o bien se encuentran atendiendo las sementeras en los confines de la planicie o en las laderas de la montaña. Ya en el incario las comunidades, normalmente asentadas en el altiplano, fueron provistas de tierras en los valles y desde esa época se realizan anualmente emigraciones humanas de una a otra zona. Es lo que Ramiro Condarco llama “simbiosis interzonal” y Murra: “control vertical de pisos ecológicos”.

 

En la provincia Chayanta, una buena parte de los miembros de las comunidades, de súbito, se transformó en proletarios. ¿Cómo comenzó dicha emigración al cerro Juan del Valle?

 

La Pulpería

 

Siguiendo la pista, sabemos que la Patiño, utilizando a comunarios que dominaban el idioma quechua o aymará, los enviaba a las comunidades más próximas, ofreciendo productos alimenticios, asegurando la comida para él y su familia; ofreciendo servicios de salud y educación. Para el comunario, tener comida, y variada, por seis días de trabajo, para él y toda su familia; además de la Pulpería, una pieza en el campamento con luz eléctrica; escuela para sus hijos y, en caso de enfermedad, asistencia médica, para él y también para su familia, le resultaba extraordinario. La Patiño no ofreció salario, ni en Cuenta Casa y menos para contrato. Lo que ofrecía la empresa era Pulpería a cambio del trabajo dentro del interior de la mina. ¿Qué sociólogos asesoran a la Patiño, para contar con más de 7 mil trabajadores en tan poco tiempo? ¿Por qué era atrayente la Pulpería a cambio de trabajo? Para la mentalidad occidental, el salario por día es vital; es de vida o muerte. Para el hombre andino, no es vital el dinero, sino tener asegurada la comida, para él y sus hijos. Este es el origen del nacimiento de las empresas mineras, en particular de la Patiño.

 

El valor humano de los Vales

 

Los Vales eran papeles pequeños que se entregaban a las amas de casa o hijos o hijas mayores cuando iban a recoger el “avío” de las Pulperías; previamente tenían que dar el número de Ficha del obrero o empleado. Las Pulperías eran casas construidas con varias reparticiones para almacenar los víveres, mercadería, ropa, zapatos, etc. Existían varias dependencias de distribución. Así: la carnicería, que contaba con maquinarias modernas para cortar la carne; desde unas ventanillas se despachaba la carne a cambio de recibir los Vales. Las verdulerías y panaderías cumplían la misma tarea de entregar los productos a cambio de los Vales. En el galpón principal se despachaba artículos como el azúcar, arroz, trigo, lenteja, leche evaporada, condensada, sardinas y conservas que llegaban, de cuando en cuando, de diferentes países como el Perú, Chile, la Argentina.

 

Los Vales no se podían falsificar porque tenían sellos exclusivos de la Pulpería marcando la cantidad. Se los conocía demasiado y nadie intentaba falsificar. Lo que sí se podía, era prestar. Las amas de casa intercambiaban vales y, alguna vez, cuando necesitaban dinero los vendían. Se podía sacar 10, 20 entradas para el cine y los trabajadores tenían siempre por demás e inclusive para regalar, porque los precios eran muy baratos y se podía ir la cine los 365 días del año y ver un estreno cada día; rarísima vez reprisaban una película. Ir al cine, tanto para grandes y chicos, era la mayor diversión. Los sábados en matinée y domingo en matinal exhibían películas para niños. Cuando exhibían películas de violencia o sexo era prohibida la entrada para niños menores de 16 años. En este aspecto eran muy estrictos. Las películas que más gustaban a los trabajadores y a sus familias eran las películas mexicanas; las favoritas eran de “Cantinflas”. Llegaban películas de mucha calidad: el “Dr. Shivago”, “Espartaco”, Cleopatra, etc. Con esos valecitos que no costaban casi nada; la gente podía distraerse mucho.

 

Los obreros tenían Libretas de avío, donde se registraba la cantidad de artículos y los costos, para el respectivo control y descuento. Los empleados tenían otro tipo de control, eran papeletas anotadas en un block con copias. Los que anotaban en las libretas y en los bloks eran los llamados Anotadores, que se basaban en las planillas de asistencia que pasaban los de la Oficina de Tiempos, a éstos se los llamaba los Pasatiempos. Los Anotadores entregaban los Vales en base a los informes de los Pasatiempos. Había trato discriminatorio, al empleado se le daba con mayor preferencia artículos de mejor calidad. Tanto el obrero como el empleado recibían “cupos” de pulpería, de acuerdo a la cantidad de familia. Los solteros recibían cupos de menor cantidad. Los cupos completos se daban una vez por semana y los otros dos días sólo pan y carne y un día verdura. En la Pulpería se atendía tres veces por semana alternando la terminación del número de la Ficha por pares e impares.

 

Los Vales para carne y pan, destinados a los empleados, estaban incluidos en la parte inferior de la papeleta que registraba los otros artículos y ,para los obreros, eran papeletitas pequeñas donde se indicaba la cantidad de carne o pan.

¿Qué eran las fichas?

 

Desde el día en que se ingresaba a trabajar a la empresa, no valía el número de Carnet de Identidad, ni el de la Libreta de Servicio Militar. La empresa, durante todo el tiempo de trabajo, reconocían al obrero por el número de Ficha que resultaba del número de acuerdo al orden que le tocaba al ingresar a la empresa. La Ficha representaba la verdadera identidad del trabajador. Esa identidad servía para cobrar el salario, para recoger el “avio” de la Pulpería, para que los hijos tengan derecho de ir a la escuela, para la atención en los centros de salud, cuando se enfermaba cualquier miembro de la familia. Se era alguien mientras se mantuviera el número de Ficha que no había que olvidar; toda la familia debía saber de memoria el número de Ficha. El número de la Ficha confirmaba la existencia de la persona y su número moría con él; nadie más tenía ese número. Cuando se retiraba el trabajador de la empresa, por el número se conocía el tiempo de trabajo, el monto que ganaba y determinaba el monto de indemnización que le correspondía y cuál era la renta de la jubilación.

 

Cuando uno recuerda qué eran los Vales, los talonarios, los avíos, el trabajo nocturno, todo, pero todo estaba subordinado al número de Ficha. El día en que se ingresaba a la empresa, en el taller de mecánica entregaban, en una plancha, como una moneda redonda, tu número de tu Ficha. Desde ese día, si le ocurría algún accidente o se retiraba, era el hombre de la Ficha número tal. Mi ficha, por ejemplo, era el 42575; es decir, algo más de 40 mil trabajadores hasta el año de 1954.

 

¿Quiénes teorizaron con el nombre de Pulpería barata?

 

En los hechos, los precios de los artículos de primera necesidad eran simbólicos. Si la carne, en el mercado, costaba el kilo 10 Bs. en la Pulpería se entregaban en dos bolivianos; igual el azúcar, el arroz o el aceite. El mayor castigo, para el minero, no era quitarle el salario, cuando no asistía a una jornada de trabajo, sino que le quiten la Pulpería. Ese día no le entregan sus “avios”, en su Pulpería. La compañera esperaba que llegue del trabajo para increparle y gritarle “¿Por qué no has trabajo el día de ayer? ¿Dónde has ido? Hoy día no hay comida, ni para ti ni para tus hijos”. La Pulpería disciplinaba la fuerza de trabajo. Por el camino de la Pulpería, nacieron los Vales. “Compañera, te cambio un Vale de 10 panes por un kilo de azúcar; un Vale de 2 kilos de carne por harina, así, etc., etc.” Muchos otros compañeros canjeaban sus Vales de Pulpería para acumular sólo Vales de coca y llevar para la siembra y cosecha un poco de coca para su compañeros. La coca, en las minas, es un artículo que vale más que los avíos de comida. También los comunarios estaban agarrados por el Vale de la hoja de coca.

 

Una mayoría de trabajadores mineros siguen fundidos a la agricultura y se ven obligados, por períodos muy cortos, a dejar la mina para irse a sus pueblos a la cosecha o a la siembra, llevando su coca. Los ojos de sus compañeros, que practicaban el ayni, festejaban el bulto de las hojas de coca. El nuevo Vale, ahora, es la hoja de coca. Trabajar todo el día para tener el placer de un buen piccheo de la hoja de coca paceña.

 

Desde principios del siglo XX, hasta ingresar al siglo XXI, los Vales eran la forma de vida en las minas. En Siglo XX se tenía la famosa “Khetería”, un comedor largo que para comer, desde las cinco de la mañana hasta las 7, los mineros hacíamos cola para comer precipitadamente un plato de sopa y, para que el anotador entregue una cantidad de coca, se tenía que firmar un Vale. ¿Cuál es el precio de la sopa o del té con pan que te servían? Equivalente a un peso o dos de ahora. El monto total de los Vales era descontado del salario. Es decir, había un sistema monetario dual: en Vales y en Bs.

 

Los Vales relativizan el Dinero

Los vales relativizaban el dinero, se proyectaba nueva sociedad sin la intermediación del “poder del dinero”. En los años que he trabajado en la sección Laguna, interior mina, observaba cómo la mayoría de los mineros que no trabajaban por contrato, o sea, sin horario de trabajo, salían “topados”, es decir, sin salario. Simplemente movían la cabeza en señal de resignación, pero su familia tuvo comida, ropa, cine, etc. Eran dramáticos los días de pago en todas las bocaminas. A los que trabajaban a contrato se los podía ver cómo contaban su plata, algo habían ganado, pero era una minoría. El salario estaba subordinado a la Pulpería. Si había que ir al conflicto era por el normal abastecimiento de nuestras Pulperías. Los hijos e hijas de los mineros, que tenían la edad escolar, contaban con un extraordinario desayuno escolar. Los padres y las madres expresaban su contento cuando les preguntaban a sus hijos qué desayuno se habían servido ese día. El minero movía la cabeza en señal de satisfacción. Por lo tanto, los Vales tienen su origen en el mismo ayllu, en la vida comunitaria de los indígenas del Norte de Potosí. Para los mineros, de la era patiñista, estaba constituido por los bisabuelos de los ayllus que rodean la empresa. En la época de la COMIBOL, por sus hijos pero, en el fondo, las relaciones humanas se regían por la lógica de la reciprocidad sin la interferencia del poder del dinero. Este es el origen de los Vales.

 

Son los Vales los que unifican a la empresa, privada o estatal, y van a coordinar las relaciones humanas, incluida la explotación del hombre por el hombre. El mérito de los Vales es que está expresando, en la sociedad, la posibilidad cierta de repensar las relaciones sociales como relaciones profundamente humanas y no solamente mercantiles; que el tener no se imponga sobre el ser. Los Vales han abierto esa posibilidad para Bolivia, al ingresar al siglo XXI.

 

Los Vales y el Proceso de Cambio

 

Ha llegado la hora de que, si queremos hablar en serio de una política de “cambio”, todas las empresas, privadas o estatales, tanto en la ciudad como fuera de ella, sean obligadas a abrir Pulperías de calidad, para que el avio, vía los Vales, garantice una buena alimentación para los trabajadores y sus familiares, tanto de las empresas privadas o estatales o autogestionarias. Todo esto debería estar acompañado de una eficaz asistencia sanitaria y una educación de alta calidad, no sólo por la infraestructura, y, por supuesto, por un desayuno escolar de alto contenido nutricional, que dinamice las economías locales. Todo ello orientado a demostrar a la gente que, sin el dinero, podemos vivir mejor. Esta maravillosa experiencia en que la gente trabajadora vive mejor, sin la expresión del poder del dinero, dio resultados excepcionales en las minas de COMIBOL y mucho antes, cuando estaba vigente la minería de los Barones del Estaño.

 

¿Cómo es posible que los mineros hayan convivido con los Vales? Todos tenemos clavados en nuestros ojos y cerebro: “La temeridad de los mineros, que llega a su más alta y significativa expresión en las luchas sociales, se traduce en el plano cotidiano en un total desprendimiento de los bienes materiales, en el desprecio al dinero y de la misma vida”. “Cada minuto que pasa, en los parajes de trabajo, juega con la muerte. Este hecho tiene que hacer nacer en su espíritu cierta dosis de fatalismo que le permite afrontar las múltiples vicisitudes y tragedias de la vida diaria”.

 

Los ayllus son autogestionarios

 

La temeridad de los mineros, no es por el salario, ni mejores precios en los contratos; es por la libertad del ayllu. Por naturaleza son autogestionarios. Por nada se le convence de la autoridad de un régimen o de la importancia del poder del Estado como tal. Dentro de la mina, la única autoridad que aceptan es la de su cabecilla; su cabecilla es su jilakata. La lucha contra el poder del Estado es casi natural en el minero; con mayor razón cuando se tiene un gobierno de corte fascista.

 

Los mineros han apoyado al gobierno de Evo, creyendo que él se convertiría en el jilakata del ayllu. Al colocarse frente a los indígenas del oriente, para destruirlos por un supuesto camino; al labrar la pugna abierta entre el proletariado minero y los cooperativistas; entre cambas y collas; entre el hombre del campo y el de la ciudad, ha obligado a los mineros a colocarse en abierta oposición ante el Estado, hoy representado por Evo.

 

 

¿Por qué el Dinero aplastó a los Vales en el año de 1986?

 

1.- Desde la victoria de Bánzer, en las elecciones de mayo de 1985, seguido por Víctor Paz, el Sindicato de Catavi, en gran asamblea general, resuelve enviar una carta al Parlamento, pidiendo que el segundo sea elegido Presidente y no el dictador Banzer. A esta posición, el mismo sindicato de Catavi le puso un nombre “La teoría del mal menor”. Víctor Paz era el mal menor, ante el mal mayor que era Banzer. En lo que nos equivocamos es que el MNR se había transformado de nacionalista en neoliberal. El MNR ambicionaba ser el líder del neoliberalismo; suficiente razón para proclamar, desde el Palacio de Gobierno, la alianza entre ADN y el MNR y abandonar definitivamente el nacionalismo y el populismo. Por lo tanto, la primera determinación del gobierno de Paz y Banzer fue quitarnos la Pulpería; luego las herramientas; posteriormente, la luz y el aire para las máquinas perforadoras en el interior de la mina. Al intentar cerrar las Pulperías, porque no había qué aviar, los trabajadores mineros y sus familiares perdieron el sentido y el incentivo de continuar en la empresa. Si no hay Pulpería, ni Vales: ¡Qué hacemos aquí! ¡Vámonos! fue el grito.

 

2) Los ideólogos del MNR manifestaron: si les hemos quitado la Pulpería y los Vales, ahora hay que remacharlos ofreciéndoles Dinero, en vez de la Pulpería, la asistencia sanitaria y la educación. Villarroel fue el que nos regaló el beneficio del derecho a “indemnización por años de servicio”, ahora, el MNR ofrece Dinero: “un año de trabajo equivalente a tres años”. La fórmula se redujo: “tres por uno o uno por tres”. Los mineros, junto a sus familias, al quedar sin Pulpería, Vales, ni buenos servicios de salud y la educación, además de la alta calidad en las relaciones humanas, al interior de los Campamentos, resolvieron abandonar las minas, y así fue.

 

3) El poder del Dinero de la fórmula “Uno por tres o tres por uno” derrotó a la fórmula de los Vales, que facilitaban las relaciones humanas y la solidaridad minera. Hoy, los cooperativistas y los cocaleros son la mayor expresión del poder del Dinero. En ellos no existen los Vales, ni la Pulpería barata, ni la salud, ni la educación; sus relaciones humanas están mediatizadas sólo por el dinero. ¡Qué tragedia para el país, que la obra del poder del dinero la acaudille el MAS, que proclama que es un gobierno de la cultura indígena. La cultura indígena se basa en la redistribución y la reciprocidad. No en el Dinero.

 

Los Vales y la seguridad ciudadana

 

En la época de los Vales, en los Campamentos mineros se ignoraban los candados, las chapas, para asegurar las viviendas o, por lo menos, no se usaba con el celo que ahora se lo hace. No existía el robo o el ladrón. Cuando encontraban mareado a una persona, en una de las calles del campamento o de la población de Llallagua o Uncia o Catavi, nadie robaba nada; le tapaban o, si lo conocían, lo llevaban a su vivienda. El robo y el asalto eran notas ignoradas en los Campamentos mineros. Los días festivos de navidad, año nuevo, carnaval, eran simplemente extraordinarios, porque no teníamos muertos, ni robos, como actualmente tenemos que lamentar. Los cumpleaños eran acontecimientos que estaban reñidos con la sangre, con el robo o el asalto. El mismo hecho de andar por las calles a altas horas de la noche, no entrañaba peligro del asalto, robo o, finalmente, muerte. Un solo hecho de este tipo era para escandalizarse y ser comentado durante años. Pese a todo, había seguridad. Nos sentíamos seguros en nuestros campamentos y poblaciones mineras. Esa fue la era de los Vales. ¿Cuando volveremos a esa era?

 

 

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