¿Crecimiento o ecología?

0,,16465330_303,00FUENTE DW: Quien habla hoy de crecimiento económico, acota generalmente que se debe aspirar a un crecimiento que sea “sostenible” y tenga en cuenta los factores ambientales. Pero, ¿es eso posible en la práctica?

Alemania pretende modificar paulatinamente su matriz energética, reemplazando las antiguas fuentes de energía por las “renovables”, es decir, la fotovoltaica, la eólica y la hidráulica. Algunos lo consideran un paso importante hacia una forma de vida más ecológica.

Karl-Heinz Paqué, profesor de economía de la Universidad de Magdeburgo, se cuenta entre los escépticos. “Si en Alemania desarrollamos los correspondientes programas, eso no tendrá prácticamente efectos a nivel global, porque somos demasiado pequeños”, dice. A su juicio, lo determinante será lo que hagan también otros países, con mayor cantidad de población.

Los europeos se ocuparon durante siglos de lograr crecimiento económico y bienestar, antes de descubrir su amor por el medio ambiente. “La prioridad concedida a la protección del medio ambiente es algo que llega con el bienestar”, señala Paqué en conversación con DW, agregando: “En nuestro caso, esto comenzó en los años setenta del siglo pasado, no antes. En China comienza recién ahora, y en India tardará todavía un poco más”.

El retorno del carbón

A nivel mundial se experimenta un nuevo auge del carbón, una fuente de energía considerada especialmente contaminante en la mayoría de los países de Europa. “El carbón está ante el mayor resurgimiento de la historia industrial”, afirma Ottmar Edenhofer, subdirector del Instituto de Potsdam para el Estudio del Impacto del Clima. En los años noventa, el carbón fue reemplazado en muchos países por el gas. Pero ahora se advierte un cambio de tendencia, porque el carbón se ha vuelto “increíblemente competitivo”, según Edenhofer, quien explica: “Sobre todo el crecimiento económico de China se ve impulsado por el carbón barato. Algo similar ocurre en India, Sudáfrica y algunos países de Europa Oriental”.

La quema de carbón y otros combustibles fósiles produce anhídrido carbónico, que fomenta el calentamiento global. Según la Agencia Internacional de Energía, si no se toman medidas, la temperatura promedio anual subirá hasta el fin de este siglo en 5,3 grados, con desastrosas consecuencias para el medio ambiente.

El carbón vuelve a estar en auge.

Intereses divergentes

Pero todos los esfuerzos por lograr un acuerdo internacional para frenar el cambio climático han fracasado hasta ahora. Los intereses de los distintos países son demasiado divergentes.

“Un acuerdo mundial contra el cambio climático conduciría, al menos potencialmente, a una reducción del uso de carbón y petróleo”, dice Carl Christian von Weizsäcker, del Instituto Max Planck para el Estudio de Bienes Comunitarios, con sede en Bonn. Y ese es un problema para países con grandes reservas de combustibles fósiles, porque el precio de esos recursos se reduciría.

A eso se suma que las posiciones se modifican. Por ejemplo, desde que se descubrieron reservas de gas y petróleo en Kenia, Uganda y Mozambique, y desde que en Canadá se ha vuelto rentable la explotación de las arenas petrolíferas, esos países apenas tienen interés en un acuerdo mundial sobre el clima. Cada restricción de la contaminación reduciría el valor de esas materias primas.

¿Renunciar al crecimiento?

Tras el fracaso de la cumbre de Copenhague en 2009, los expertos consideran que las posibilidades de llegar a un acuerdo a corto plazo son muy escasas. Menos probable aún resulta que los países del mundo acuerden reducir su crecimiento o renunciar del todo a él.

Desde la perspectiva global, el crecimiento cero no es una opción. “Las enormes desigualdades existentes, por ejemplo, entre África y Europa, o entre África y América, no son aceptables”, indica Edenhofer, quien hizo el siguiente cálculo: “Estados Unidos tendría que reducir su ingreso per cápita en un 80 por ciento para que los habitantes de África tuvieran aproximadamente el estándar de vida de Latinoamérica. Los conflictos sociales serían enormes”.

En consecuencia, no habrá una restricción deliberada del crecimiento, ni tampoco, por ahora, acuerdos mundialmente vinculantes para la protección del clima.

No obstante, Karl-Heiz Paqué desconfía de los pronósticos apocalípticos. A su juicio, no es posible hacer predicciones fiables sobre el futuro. “Imaginemos que en 1913, es decir, hace justamente 100 años, hubiéramos hecho un pronóstico sobre el desarrollo del mundo, basándonos en la tecnología de entonces”, propone Paqué, puntualizando: “Lo que ha ocurrido desde entonces, en el curso de apenas tres generaciones, habría sido inimaginable. Por eso, debemos ser cautelosos con nuestras predicciones”.

Autor: Andreas Becker / Emilia Rojas

Editor: Evan Romero

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