Medina: reciprocidad citadina
Serotonina Iván Arias Durán
En el campo, la fiesta en honor a la Pachamama empieza el 1 de agosto y culmina el 31. La ceremonia es un llamado para que la Pachamama resurja de las profundidades, donde se replegó durante el invierno: por eso, antes de empezar a arar la tierra (desde el 21 de septiembre) hay que mimarla para que despierte contenta y manifieste su fertilidad y poder. Agosto es el mes de vientos, que impulsan a las semillas para que comiencen su periodo de contracción en la profundidad y con las lluvias exploten sus brotes. Para los amautas andinos, éste es el periodo del lakan paxi (mes de la boca), cuando la Pachamama abre su boca para recibir los regalos que le otorgan los seres humanos, especialmente los que viven de la agricultura.
Esta práctica de relacionamiento y agradecimiento con la tierra tiene también diferentes formas de expresarse en las ciudades. Javier Medina, connotado antropólogo boliviano, nos relata que, en la ciudad, la ch’alla de la Pachamama, como generadora de abundancia es sustituida por la ch’alla de cualquier instancia: la oficina, la tienda, el taller, un minibús.
Por ejemplo, para el andino migrante, convertido en chofer, el minibús representa una fuente de ingresos que debe ser ch’allada y agradecida. De ser simplemente un instrumento utilitario generador de dinero, el minibús se transforma en una entidad con características personales peculiares que debe ser agasajada, como si fuese persona con trago y fiesta. En los Andes se piensa que la música fortifica el ajayu de la gente, de las plantas, de los animales. Por ello todos los comerciantes ch’allan sus mercaderías: comen, beben y bailan con éstas, sugiriendo, una vez más, un entrelazamiento inesperado entre el comerciante y su mercadería. Esta relación animista no conoce la separación sujeto/objeto.
En otros momentos, los andinos citadinos rinden culto a las illas, que son como semillas que se necesita regar, cuidar y proteger, para que crezcan y se conviertan en frutos. Las illas, una vez bendecidas, no solamente proveen un modelo en miniatura de los objetos y bienes deseados, sino que ellas mismas generan lo que prometen. Según Medina, el capitalismo se basa en el postulado patriarcal de la escasez y la deuda. La economía andina se basa en el postulado matriarcal de la abundancia y la variedad de lo necesario. Esta abundancia material es un elemento que lleva a las personas a participar y es rápidamente consagrada a través del compadrazgo, mediante la cual se consolidan las alianzas económicas.
La preocupación por la riqueza visual y la atracción de la abundancia se expresa en la vida cotidiana. Por ejemplo, el tamaño pequeño de las tiendas hace que las mercaderías rebalsen sobre la acera y la calle, en una estética muy parecida a la de los sombreros Borsalino y las zapatillas minimalistas de las cholas, que resaltan la corpulencia de las mujeres de pollera. Como no podía ser de otro modo, el cuerpo juega un rol sintomático en esta dinámica de despliegue y atracción, ya que la ganancia generada por las actividades económicas es incorporada inmediatamente al cuerpo mismo: como dientes de oro, muchas polleras, mantas finamente bordadas, aretes de plata, collares de oro, anillos’ etcétera. El ahorro: la paralización monetaria es la muerte. La vida es flujo, movimiento, circulación: baile. Es una Oiko-nomia que apuesta a la variedad, a la abundancia, a la comensalidad, a la fiesta: a Vivir bien.
Las así denominadas entradas folklóricas tienen la potencia de generar riqueza por el simple hecho de hacer que las cosas se muevan y circulen a través de los diferentes niveles de realidad. El movimiento de mercaderías, de dinero y de personas es entendido como una fuerza fundamental capaz de producir riqueza y crear relaciones sociales. Ahora bien, a diferencia del campo, la calidad circulatoria y reproductiva de la Entrada urbana se funda en la fe de que el dinero invertido en la fiesta será devuelto con creces al año siguiente. El baile que engendra el intercambio de recursos y de dinero es engendrado, a su vez, por un ayni de baile: un compromiso de bailar como acto de reciprocidad a un convite. Este intercambio de baile ha generado un movimiento y una red tan extendida que va hasta Perú, Argentina, Brasil, EEUU, Europa’ en fin: hasta donde lleguen los fraternos.
Finalmente, la importancia asignada a la generación de movimiento, por sobre el estocamiento, también se puede observar en una moneda local, que es un sistema de microcréditos, con papelitos, existente entre algunos comerciantes del Gran Poder. Es un sistema de pequeños préstamos de 500 a 1.000 bolivianos, que son devueltos al prestamista en pagos diarios de 10 o 20 bolivianos, por un periodo de hasta dos meses. Al final, el prestamista percibe un interés de 100 a 200 bolivianos. Este préstamo es totalmente informal, no existe contrato; sin embargo, se guarda un minucioso registro de estas transacciones en diminutos papelitos (5×3 centímetros) en las cuales el prestamista registra los pagos diarios del prestatario. Así, el ayni incentiva la circulación recíproca de dones, bienes y servicios; el capital busca la acumulación en pocas manos.
Iván Arias es ciudadano de la República Plurinacional de Bolivia.