La discriminación de las mujeres aumenta la inseguridad alimentaria
La Razón Digital / EFE, Ginebra
La discriminación de las mujeres, particularmente en las zonas rurales, aumenta la inseguridad alimentaria, una tendencia que se acentúa a medida que progresa la «feminización» de las actividades agrícolas, según un informe presentado hoy al Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Al presentar en este órgano, reunido en Ginebra, los resultados de su investigación, el relator de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, señaló que una de las consecuencias más claras de esa discriminación es la malnutrición.
En numerosos países, sobre todo de Asia y África, las mujeres y niñas son las últimas en comer en las familias y sólo una vez que los hombres y los niños se han saciado.
De Schutter señaló también que varios estudios han corroborado que la educación de las mujeres tiene un impacto directo en la reducción de la mortalidad infantil y llega a reducir hasta en un 20 % la malnutrición entre los niños.
«La educación es el factor más determinante que mejora la condición de las mujeres, que hace que se casen más tarde, que cuiden mejor a sus hijos y que hagan elecciones más apropiadas en términos de salud y nutrición para sus familias», indicó el relator.
El rol de las mujeres en garantizar la seguridad alimentaria también resulta esencial por la creciente feminización de las labores agrícolas, tanto en las grandes explotaciones dedicadas a la agroexportación, como a nivel de la agricultura familiar y de pequeña escala.
«La feminización de la agricultura no es un fenómeno nuevo, pero se ha acelerado recientemente y está relacionado con la emigración del campo a las ciudades, particularmente de los hombres adultos y jóvenes, que dejan detrás a las mujeres, hijas y ancianos», explicó el relator de Naciones Unidas.
La organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que la discriminación femenina causa una pérdida de productividad agrícola del 2,5 al 4 %.
La situación de fuerte desventaja de las mujeres tiene que ver con el rol de responsables del funcionamiento del hogar, del cuidado de niños y ancianos, y de portadoras de agua -desde fuentes de abastecimiento en ocasiones alejadas- y de madera para cocinar.
Según De Schutter, a esa situación se suma la precariedad en la que trabajan las mujeres campesinas, generalmente por temporadas, sin contratos y, si los tienen, con remuneraciones inferiores a las que perciben los hombres.
Para el experto, la solución pasa por «inversiones públicas que liberen a las mujeres del cuidado de los niños, de las tareas del hogar, en infraestructuras de agua y en reforestación para que la madera para cocinar esté más cerca de ellas».
La «redistribución de los roles de género» también es esencial para aprovechar el potencial de las mujeres como generadoras de ingresos en el ámbito rural.
«Es necesario alejarse de la situación actual en la que todas las tareas del hogar son realizadas por las mujeres y, por otra parte, involucrarlas más en las decisiones que las afectan», recalcó el experto.