El cuartel: el Alma Mater de la República.
Introducción
La construcción y consolidación del Estado Plurinacional, es una tarea en la que todos los bolivianos debemos trabajar; en este sentido veamos cómo el cuartel, legado colonial y republicano, avanza en el proceso de la descolonización.
Analicemos al cuartel del viejo Estado Republicano, como la institución que aseguraba el poder de dominación imperante, con un sello indeleble impreso por un sistema ajeno al ser amerindio.
1. “Olvídate de tu cultura. Este es tu símbolo: la tricolor”
El cuartel tenía el rol de educar a los indios, de occidentalizarlos. Se sobreentendía, en el cuartel, que la cultura occidental era superior.
Los retratos e imágenes que se exponen sólo eran de héroes militares europeos, criollos y uno que otro mestizo, como Napoleón, Alejandro Magno, Bolívar, Sucre, Eduardo Abaroa, Andrés de Santa Cruz, Mariscal de Zepita y otros.).
La Wiphala, la vestimenta, el idioma y todos los símbolos de la cultura amerindia eran mal vistos y hasta subversivos. Muchas veces fueron ridiculizados. No había ni el más mínimo intento de formar una institución intercultural. No! La cultura que valía era la occidental. La otra es la inferior, la atrasada, la que se debe superar.
Por esa razón los soldados aprendían modales de mesa y de comportamiento: cómo agarrar la cuchara y el tenedor, cómo amarrar los cordeles (watos) de los zapatos, cómo “comportarse”, hablar en castellano, etc.
La primera lección del cuartel era: la cultura occidental es superior a la cultura amerindia.
Muchos indígenas se quedan sellados con esta lección. A partir de esta enseñanza, en toda su vida desprecian el modo de vivir indígena. Siempre se quedan soñando cómo llegar a ser como un blanco, como uno de la ciudad, haciendo todo para adaptarse a los occidentales, como presos de estos pensamientos. Pocos se atrevían a romper este sello, a cuestionar el cuartel y a cuestionar sus enseñanzas y los que se atrevían solo lo hacían en silencio.
El rechazo a su origen y cultura, muchas veces se manifestaba, cuando los jóvenes no querían interpretar la música que desde niños la escucharon, bailaron y cantaron, o vestir su ropa típica.
Por otra parte la comunidad, inconscientemente y debido a ese reiterado y permanente mensaje que viene desde la colonia, reforzaba esto, puesto que los reservistas volvían a la comunidad con corbata y los símbolos del cuartel, siendo recibidos con aplausos y fiesta.
A pesar de este gran recibimiento, en el interior, quedaba esta inseguridad y miedo de ser inferior, de ser indígena, pasando a ser una constante en Bolivia, puesto que la enseñanza mostraba que un indígena nunca podía ser como un blanco. Y aunque el soldado indígena rechazaba formalmente y expresamente a su cultura y además se proponía ser igual, la discriminación le enseñaba lo contrario. De hecho, esta inseguridad y ese sentimiento de inferioridad le acompañaba al indígena hasta la muerte.
2. “Olvídate de tu madre y de tu padre, acá estás para ser hombre y servir a la patria”.
Ir al cuartel era una especie de iniciación. Y ese “rito” estaba fomentado por los padres de los postulantes a soldados. La iniciación debía erradicar los vínculos con la familia y con la comunidad. El joven debía aprender a vivir solo, conocer y vencer el temor y el miedo.
El método se fundamentaba en soportar maltratos de parte de los superiores, de los más antiguos en el cuartel y de los soldados de igual rango, pero con más prestigio. El no aguantar, el desertar significaba una vergüenza para el soldado, pero también para la familia y la comunidad. “Cuidado con desertar…” era la advertencia del padre a su hijo en las visitas.
El romper los vínculos familiares y de la comunidad se realizaba a través de ciertas prácticas, tales como comer carne de perro o tomar sopa con querosene. Todo esto era bien conocido por todos, pero en la clandestinidad: “Ayer hemos comido perro…” decían los antiguos.
Como práctica establecida para lograr algún equilibrio y mitigación de penas, se recurría a formas propias de la cultura amerindia, tal como el compartir. El soldado traía siempre consigo, pan, pito y plátano. Pero si no tenía, los otros le regalaban. Por otra parte, los días jueves, como día de visitas y el domingo como día de franco, se los tomaban como momentos para superar los dolores y tormentos.
Dentro de la lógica de todos los ejércitos del mundo, se debe individualizar a las personas, romper los lazos con la familia, con la comunidad, etc. Luego, se debe crear un nuevo grupo al que se pertenece, un batallón. Uno de los métodos que utiliza el cuartel para lograr este objetivo, se llama las yuntas, que consiste en unir dos soldados, para que permanezcan juntos todo el año, ayudándose y siendo cómplices en todo. A partir de estas unidades mínimas, se formaba la escuadra, la sección, la compañía y el batallón.
La segunda lección en el cuartel consistía en “aprender a vivir solos, ser valientes ante las penas y aguantarlas sin cuestionarse nada”.
3. “Este Cabo es una madre”
En el cuartel se inculcaba valores y principios de forma violenta y brusca: “El destete era a la mala”. Los encargados de proporcionar esta “enseñanza” eran los antiguos, los cabos, los suboficiales y oficiales, pero también se practicaba el sufrimiento obligado entre iguales. Frecuentemente los soldados entre sí se aumentaban a ocultas, querosene en la sopa.
El Jaripe era otro ritual clásico impartido por los superiores para hacer sufrir a los soldados. Consistía en hacer levantar de cama a toda la tropa, a media noche, para desvestirse completamente y salir al exterior para realizar ejercicios físicos. Esto de desvestirse tenía claramente un tinte sexualista, puesto que en uno de los ejercicios los soldados, debían agarrarse del pene uno del otro y, de esta manera, marchar en fila. Elefantito se denominaba a este ‘juego’.
Si un superior no era cruel con sus soldados, se decía “Este cabo es una madre”. Un método común, para ser malo, era dar a algún soldado unas piedritas diciendo: “Andá a comprarme una salteña y me vas a traer cambio”. Al soldado no le quedaba otra alternativa que comprar con su propio dinero o, en último caso robar puesto que era obligación cumplir la orden, es decir dar a su superior una o dos monedas de “cambio”. Y a los soldados que llegaban de áreas rurales les pedían: un cordero, una gallina, para su regreso del día de franco.
Pero no solamente los Cabos y otros superiores debían ser malos. “Para eso hemos venido al cuartel, para que nos maltraten”, decían muchos camaradas. Ser malo aumentaba el prestigio entre los soldados. Era un honor ser castigado muchas veces. “¡He sido más veces chocolateado que vos y por eso tengo más moral!”se escuchaba.
La tercera lección que se trasmitía: “Ser malo es bueno”.
Esta “enseñanza” ahora se repite en la vida cotidiana. Veamos algunos ejemplos:
Cuando un padre de familia no reprende a sus hijos es considerado sin capacidad de dirigir; cuando un dirigente es blando de carácter no es buen líder; cuando el Presidente no tiene mano dura con su pueblo es un mal presidente.
Pero aún va más allá y tiene otras consecuencias. Si ser malo es bueno, no hay consideración, no hay compasión. Por eso los cobradores en el minibús, te tratan como a sus camaradas en el cuartel. Brusco, feo y además con una sonrisa burlesca.
No hay colaboración! El mensaje de ‘Ser malo es bueno’, tiene el fin de romper con ayudas mutuas. Uno se debe volver duro ante el sufrimiento del otro.
4. ¡”Hay que ser pendejo, astuto y sagaz!”
La regla más difundida en el cuartel era: “Puedes hacer todo, pero no debes hacerte pescar”. En el cuartel no se practicaba ninguna moral, sino solamente el arte de no ser pillado.
Todo lo asociado a malo era bueno. El buen soldado huele a pólvora, alcohol y tabaco.
Si robas en el cuartel no eras considerado un ladrón, más al contrario lo hacías por un instinto de sobrevivencia. Los pobladores y familiares en la comunidad esperaban que el conscripto lleve algún trofeo del cuartel (desde un fusil hasta el plato dotado por el ejército).
El engaño y la mentira eran considerados elementos de un individuo astuto, que se podía desenvolver fácilmente en la vida castrense. “Si eres pendejo no sufres en el cuartel”, decían algunos conscriptos.
La cuarta lección que se aprendía era: Las leyes se aplican para los que se hacen pescar. Para los pendejos, no hay leyes.
La lógica se repite nuevamente en las instituciones y en la sociedad. Si se sabe que alguien está cometiendo algún delito pero de alguna forma nos beneficia, entonces se dice:“mientras no lo pillen todo está bien”.
En todas las sociedades hay pendejos y pícaros, pero la situación en la antigua República de Bolivia era diferente, porque en esa épca a los pendejos casi nunca se los enjuiciaba y menos condenaba. ¿Cuántas personas condenadas por corrupción hubo en Bolivia? Por esta razón los pendejos se mueven en la sociedad como sin nada y muestran públicamente que ser pendejo vale la pena.
5. “Te comportas como una chola”
El machismo se señalaba de manera muy marcada en el cuartel: “Te comportas como una madre” era un insulto común para los que hacían la mínima señal de sensibilidad. Por lo tanto se tenía que aprender a vivir sin sentimientos.
Por ejemplo, uno de los castigos consistía en vestir a un soldado con una pollera y hacerle caminar ante toda la sección. De esta manera se mostraba un símbolo de doble desprestigio: de ser mujer y de ser indígena.
Un ex conscripto relata: mi sargento nos preguntaba gritando: “¿Alguien está pariendo?” cuándo un soldado estaba sufriendo y se quejaba bajo un castigo colectivo.
En todos los insultos, había una referencia y comparación con una mujer. Toda denominación ligada a cualidades femeninas (delicadeza, ternura, sutilidad, etc.) eran consideradas como desprestigio e inadecuado dentro el cuartel.
En el cuartel había la posibilidad de iniciarse sexualmente y eso formaba parte de los ritos y costumbres. “Cada comandante de compañía tenía su contacto con una trabajadora sexual, que venía al cuartel para ofrecer sus servicios, siempre un día después de haber recibido el socorro, es decir de haber recibido 30.- Bs. Esas mujeres se llamaban las troperas. Ser cartucho (quiere decir sin experiencia sexual) era una vergüenza”.
El quinto aprendizaje era: la mujer es inferior.
Esta es una de las lecciones más aprendidas. El machismo es un producto de la colonización. En las culturas amerindias hay reglas bien establecidas que norman la relación entre hombre y mujer. No hay igualdad, como la buscan algunas sociedades occidentales, pero sí hay un respeto mutuo que se muestra en la institución de la pareja.
En las ciudades estas reglas se están perdiendo y han sido reemplazadas por el machismo, que se aprendió en el cuartel, impidiendo una relación armoniosa que busque la felicidad de hombre y mujer.[1]
6. “Soy oficial del ejército”
El prestigio de ser el representante del orden y fuerza de coerción del Estado, traía consigo ciertos privilegios en la sociedad.
Muchas veces se escuchaba decir a algún familiar de militar: “No sabes con quién te estás metiendo. Mi tío es coronel”.
Los soldados sabían que los oficiales hacían sus negocios turbios e ilegales. En algunos casos salían a la luz pero, seguramente, la mayoría se quedaban escondidos. Impunes quedaban todos esos “negocios”, si salían a la luz. Los soldados, en una posición de lealtad, subordinación y complicidad, aprobaron esos comportamientos delictivos.
Un ejemplo es el contrabando. Al parecer, ser oficial del ejército autorizaba a hacer contrabando. “A mí no me tocan en la aduana, porque soy oficial del ejercito”, decía en una ocasión un oficial.
La impunidad era, de alguna manera, sancionada por la Constitución Política del Estado, por la existencia de la jurisdicción militar. Se trataba, en realidad, de una justicia paralela, en la cual acusador, acusado, juez y defensor pertenecían a la misma casta. Que no se muerdan entre sí, era fácil de entender.
Para los soldados existía esta impunidad en otro nivel. Por ejemplo, si un joven embarazaba a su amiga o a cualquier mujer, podía ir al cuartel y de esta manera eludir sus responsabilidades. La mujer tenía que arreglarse con el hijo a solas. El abandono de su hijo es una de las expresiones del machismo.
Lo mismo pasaba con deudas. Si tenía deudas en la comunidad, podía entrar al cuartel y estaba a salvo de ser perseguido. La justicia ordinaria no tenía posibilidad de acusar a un soldado.
El sexto mensaje daba razón al dicho popular: ‘El vivo vive del sonso y el sonso de su trabajo’. Ahora este mensaje está reforzado por los políticos corruptos, que viven del trabajo de los ciudadanos. Si tienes poder puedes cagarte en las leyes.
7. Soldados del desarrollo.
En el cuartel hay la posibilidad de aprender oficios. Esa buena iniciativa, sin embargo, no llegaba a todos los soldados. La selección sobre quién podía asistir a estudiar en un instituto, dependía de muchas variables. Pero no todos podían.
La séptima lección era: “Para avanzar en la vida hay que aprender algo”.
8. Soy reservista.
El cuartel daba un prestigio a los jóvenes licenciados. Alguno dijo: “Bueno, otros serán licenciados de la Universidad, yo soy licenciado del ejército”. El cuartel, definitivamente aumentaba la autoestima.
En las comunidades o ayllus la llegada de un reservista era considerado un hecho de alegría y orgullo; se preparaba toda una fiesta.
La condición de reservista o licenciado del cuartel, en la práctica de las comunidades, es el inicio y la visa que habilita al individuo como ciudadano: desde ese momento se puede acceder a las responsabilidades como ser autoridad, casarse, tener tierra, etc.
Hasta para enamorar a una chica era ventajoso haber ido al cuartel.
La octava lección era: Para los pueblos el cuartel era un tabú, que no se debía cuestionar.
En la apreciación del pueblo a los reservistas, se puede ver el patrón de los vencidos. Los pueblos han sido tantas veces reprimidos y masacrados por el ejército y, sin embargo, lo veneran. ¿Cómo se puede entender eso? Solamente por la experiencia hecha en muchos lugares del mundo, que el vencido tiende a querer ser como el vencedor. Eso es como se dijo arriba. Sellar la mente de los indígenas para que no puedan pensar por sí mismos, sino solamente en la forma del vencedor.
9. El ‘choco’ para estafeta, el indio para la cocina
En el cuartel el racismo era muy fuerte. Se lo nota en cualquier momento.
El color de piel estaba anotado claramente como importante. Más blanco, más consideración, más privilegios. El Estafeta siempre era el soldado que tenía más rasgos occidentales o europeos (más alto que los demás o más blanco que los demás).
También era tradición, que solamente los blancos eran Oficiales. Para los Mamanis, los Quispes, etc. había la Escuela de Sargentos y sólo podían acceder a un grado de Suboficial. El servicio militar, en realidad, era para los indios. Si un blancón necesitaba su libreta militar, compraba una libreta de redención y listo.
La novena lección: El color de la piel es determinante.
10. El tatuaje de mi regimiento. ¿Marcados como ganado?
Para terminar y consolidar, como muestra de haber cumplido y aprendido todo lo transmitido en el cuartel, era deber de todo buen soldado hacerse un tatuaje con el símbolo de su regimiento.
Este hecho terminaba dando el sello indeleble a los indígenas, quienes mostraban con orgullo la marca dejada. Como si fuesen ganado, todos los soldaditos hacían fila para hacerse tatuar.
No hay caso, el cuartel fue el Alma Mater de la República, pero también la institución para asegurar el poder de dominación.
¡Menos mal que se acabó la República!
[1] Hay estadísticas que muestran, que la violencia familiar se da en mayor casos en parejas donde el hombre ha ido al cuartel.