Covidsofía para tiempos turbulentos

Autor: Javier medina

Oh tempus novum – iam ante nos stas / Sed facies tua abdita est / Calamitatem vel spem afferes / Te laudemus contra voces pavoris / In aeternum lux et umbra / Mutare via vitae est / Ecce finem en initium / Omnia partes orbis grandis.

Oh tempus novum – iam ante nos stas / Sed motus tuus incertus est / Voluptatem vel terrorem affers / Te laudemus contra voces pavoris

La aprendí de memoria, cuando estudiaba latín y, esta mañana se ha posado silenciosamente sobre mi teclado. Pareciera que la retuve para que, en su momento, me echara ánimos en esta noche oscura de nuestro periplo como humanidad descarriada, desorientada y perpleja.

Hace ya tiempo que me di cuenta de que habíamos equivocado el Camino de la civilización: el Thaqi: el Tao; pero sólo intelectualmente. Físicamente, hace un mes, me iluminó el aviso de mi masajista de que tenía en la espalda dos nudos que guardaban mis ansias de Control y mi cuota parte de Rabia. Control y Rabia. ¡Vaya! Me asombró que pudiera leer en mi cuerpo, con sus dedos, esta información que yo mismo desconocía y que, en cualquier caso, la había reprimido tan bien, que pensaba que ya había aprendido a fluir y ser compasivo. Sí y no, como siempre. Pero, he aquí que, en ese momento, decidí que debía empezar la demolición controlada de mi software emocional monoteísta. (Casi) todo lo que había aprendido, no era bueno, ni para mi salud, ni para la salud de la naturaleza. Fui formateado en la Separación, no en el Continuo. He sido bien educado (domado, domesticado) en los estándares de elite del monoteísmo patriarcal, tanto en casa como en la escuela. He tenido muchas virtudes, que mis padres alentaron, pero también muchos defectos que me los trituraron en la adolescencia en el ritual semanal de la Advertencia de Defectos, que he referido en A la sombra del Templo de Salomón. Caí en la hermosa trampa de querer llegar a ser perfecto, “como Dios es perfecto” y todo lo que sonaba a Camino de Perfección, que siempre era una Subida al Monte Carmelo, me atraía, masoquistamente, desde muy adentro. No sabía, entonces, que esta era una suerte de Marca, de Brand, marrana.

He vivido, pues, más o menos alegremente: en piloto automático, en el patriarcado monoteísta. Lo había interiorizado completamente. Cuando oía hablar, por ejemplo, acerca del fin de la historia, los argumentos miopes y coyunturales, antropo y etno-céntricos la mayoría de ellos, relativizaban grandemente la llamada de mi atención. Soy sensible al tema desde que leí, en la secundaria, Teología de la historia, de Hans Urs von Balthasar. Me hizo gracia, en los Ochenta, la corrección que le hacía Benjamin a Marx: Vielleicht sind die Revolutionen der Griff des in diesem Zuge reisenden Menschengeschlechts nach der Notbremse: Quizás sean las revoluciones, para la estirpe humana que viaja en este tren, el agarre del freno de mano, en caso de emergencia. Recordemos que para Marx las revoluciones son la locomotora de la historia universal. Benjamin disentía elegantemente, sin embargo: Pero, he aquí que, tal vez, eso, sea completamente diferente. ¡Y tanto! Tanto que ni el visionario e imaginativo Benjamin lo pudo siquiera llegar a sospechar. El freno, a esta vorágine loca, no estaba en el cajón de la Historia: el Tiempo, sino en la ninguneada Natura, en el Espacio. No la revolución sino un virus ha detenido en seco el desbocado tren occidental. Los detalles son irrelevantes. He aquí lo digno de pensarse, en este sístole de lo que nos está tocando vivir. ¿Tiempo de tribulación, Noche oscura, Tempus  calamitatem, la oscuridad antes de la aurora?

He aquí el hecho -a juicio mío- que cierra cinco mil años de monoteísmo, es decir, de separación del Tiempo, del Espacio y de la absolutización del Tiempo, convertido en Historia: en historia salutis, y, el Espacio, convertido en un objeto a saquear y ensuciar. Desde Einstein los occidentales tenemos que volver a unir Tiempo y Espacio, Zeit und Raum, Energía y Masa. Si los filósofos sólo hubieran pensado μετά-físicamente esta ecuación de la física (φύσις procede del verbo φύω, que significa germinar, brotar, crecer: ¿la viriditas de Hildegard von Bingen?) quizás nos hubiéramos extraviado menos. Sorprende que recién, en 1975, (¡Ay, ya hace casi medio siglo)  Fritjof Capra hubiera escrito El Tao de la Física. El Animismo siempre supo lo que la física cuántica está descubriendo, ahora. Tal vez, el Fin de la Historia habría que fecharlo en 1905, cuando Einstein publica su artículo ¿Depende la inercia de un cuerpo de su contenido de energía? ​ en la revista Annalen der Physik. Einstein fue el primero en proponer que la equivalencia entre masa y energía es un principio general y una consecuencia de las simetrías del espacio y del tiempo.

El telurismo boliviano también lo intuyó pero, desgraciadamente, olía a subdesarrollo pachamámico y atraso romántico y las revoluciones, como la de Abril, se hicieron, justamente, para progresar. Algunos letrados indios todavía siguen deslumbrados por las luces de la Ilustración y el principio de no contradicción del Estado de Derecho. Me conmueve su piadosa y petulante credulidad. Me sigue admirando (por ello mismo) la fuerza de nuestra racionalidad, que da vida a la dualidad maniquea, así como nuestro actual desencanto, respecto de nuestra propia apuesta (unilateral) por el lóbulo neural izquierdo (que la impusimos los Marranos, Sánchez de las Brozas, el Brocense, antes que Descartes, para no morir por la boca, en la contradicción, y ser quemados por la Inquisición). Me asombra que, pari pasu, nos interese tanto (ahora y, antes: los cronistas marranos) rastrear y valorar las huellas animistas de nuestros próximos. Lejos de la vorágine del mundanal ruido (periferia subalterna), se han enamorado de lo peor y más peligroso de nosotros (las energías fermiónicas que, en nosotros, hacen masa crítica y los animistas relativizan con las energías bosónicas) y, nosotros, de lo mejor de ellos; por lo menos, de aquello que parece tiene futuro: cómo navegar en la incertidumbre, cómo ser autosuficientes, cómo vivir con alegría. Pero, he aquí, que así parece que siempre es: mientras unos están de ida, los otros ya están de regreso por la misma doble Vía.

La Historia, pues, ha llegado a su fin, con su alícuota holly-apocalíptica. De ahora en adelante, el nuevo paradigma científico ha vuelto a unir Tiempo y Espacio. Tanto que, Onda y Partícula, en foto fija, son una polaridad; en movimiento: la una contiene a la otra y viceversa. Y algo más: la mutua complementariedad de estos polos opuestos produce un Tercero cuántico que los incluye semi actualizados y semi potencializados. Hace ya una década que vengo trabajado este nuevo enfoque, que he llamado biocultural. Volver a unir, en la práctica de las políticas públicas (no en aula, ni en el púlpito, ni en los media), la Biosfera y la Cultura. Véase mi: Pasos  hacia una Biosofia del Vivir Bien.

Llegada a su fin, la Historia, RIP, ahora, la pregunta es menos abstracta aunque más excitante: si la especie Homo también se acerca a su fin. Revuelan, al respecto, indicios inquietantes. Nos están pisando los talones. Es importante demorarse en esta posibilidad para saber a qué atenerse y por donde o en donde saber estarse.

Pero, antes, quiero poner en blanco y negro cómo veo que están cuajando las tendencias más relevantes. En realidad, sólo hay dos, aunque con infinitos énfasis. Seré simplista por mor de la claridad.

Para mí, la polaridad se expresa así: por un lado, el Transhumanismo de la Inteligencia Artificial, con Bill Gates, como Arconte Mayor, y, por el otro, El cuidado de la casa común, con Francisco, el Papa Bergoglio, como Pontifex Maximus, que se nutre de la Inteligencia Cordial y de la nueva Cosmología americana (pasada por el filtro de la Espiritualidad de la Creación, la Teología de la Liberación y el Vivir Bien).

Me guio por el dictum de Bento Spinoza: Non riderenon lugere neque detestari, sed intelligere.

Veamos la primera polaridad, crítica y realistamente, para no dejarnos embaucar; mejor dicho, para no autoengañarnos, como plagiarios que somos.

El Transhumanismo

Javier Medina

El Impulso Trans es congénito al despliegue de la Vida y, en la especie Homo, se desarrolla con mayor celeridad aún. Pensemos solo en nuestra generación: del lápiz al tablet. Dicho esto, que se inscribe en el ámbito de lo Uno, general, debemos bifurcar hacia la Paridad: Impulso de trascendencia y pulso de inmanencia. Las sociedades calientes, en la expresión de Levi-Strauss, desde Sumer (el kilómetro cero y arquetipo de la civilización occidental) han mostrado una preferencia por la búsqueda épica de la inmortalidad, la trascendencia, como se lee en nuestro Mito fundador la Epopeya de Gilgamesh; luego abundan, aquende y allende,  las expediciones en búsqueda de las Fuentes de la eterna Juventud o en la fabricación alquímica del Elixir de la Vida, para conjurar el sufrimiento, el envejecimiento y la muerte. Las sociedades frías, por su parte, han preferido mirar hacia dentro, haciendo de la Respiración la vía regia para llegar a palpitar al unísono con el Tao, por así decirlo. Occidente y Oriente. Afuera y Adentro. Primera simplificación.

Contra facto. Yo, por ejemplo, occidental, sefardí y marrano, para más señas, deseo llegar a una senectud serena, alegre y calurosa, como la que he descrito en mi Tractatus oecologico-politicus. Longevidad digna y útil, no inmortalidad. Es más, sospecho que la noción solipsista de muerte (separada y absolutizada de su opuesta complementaria: vida) y, por tanto, del sustantivo abstracto Inmortalidad, están equivocadas y han traído mucho dolor innecesario a nuestra civilización. Parece que lo que hay es, más bien, saltos cuánticos a holones de mayor complejidad. Como sostiene la primera ley de la termodinámica: la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Se lo expliqué así a mis nietas.

¿Saben que es el agua? Sí, respondieron al unísono. ¿Cuántas formas puede tener? Puede ser líquida, también sólida y asimismo gaseosa. Pues bien, les dije, supongamos que, ahora, en esta vida, existimos en estado sólido: tenemos un cuerpo que se puede tocar. De pronto nos convertimos en una nube, nos volvemos gaseosos. No hemos muerto, ni desaparecido; simplemente hemos cambiado de estado, pero seguimos siendo Agua. Lo que hay que saber es distinguir los distintos estados del Agua. Digamos que todo es Dios y este Dios se manifiesta de diversas maneras. Una de ellas, somos nosotros. Ahora, como moradores de este planeta…

Se los conté, con tiempo, para que, llegado el momento, sepan que su abuelo sigue vivo en las aguas de un arroyo de montaña, los glaciares de la cordillera y la neblina de los bosques de musgo.

Por eso no me parece muy cuerdo, sabio, ya: inteligente, querer conjurar el sufrimiento, el envejecimiento y la muerte y, ahora, pretender modificar el clima, a través de la alta tecnología. La biosfera ya la hemos dejado mal herida, provocando una nueva Extinción, de la cual, doña Covid es sólo un aviso fuerte. La especie Homo, con el proyecto transhumanista se está ganado el adjetivo demens: homo sapiens demens. Fuera de ésto, que no es poco, el desarrollo de la tecnología me parece bien, incluida, sobre todo, la farmacia química sintomática que quita, reduce, palia el dolor, usada critica e inteligentemente: con discernimiento y en un contexto económico que relativiza: relaciona, chrematistiké con oikonomiké. De otro modo (el afán de lucro) se cae en un círculo vicioso satánico de crear enfermedades para vender, luego, los remedios.

Como americano andino, boliviano para más señas, no quiero hablar en abstracto, en tanto homo sapiens, sino como habitante de un país que no desarrolla tecnología y tiene un sistema educativo pésimo, como acaba de volver a recordárnoslo la UNESCO (ERCE 2019) y, ahora, en pleno colapso, debido a la Pandemia que ha puesto de manifiesto la debilidad institucional y cognitiva de nuestro Estado republicano/plurinacional. Seguiremos siendo consumidores de baratijas tecnológicas, me imagino. Y no está mal un Silicon Valley de alasita en la llajta. Pero sepamos que una golondrina no hace verano.

En esta Pandemia, para ser concreto, un botón fractal de muestra. Hemos mostrado y demostrado, que, por ejemplo, no somos capaces de adquirir, manejar, gestionar y operar un simple Respirador o Ventilador hospitalario. Los enfermos que han podido y han sido entubados al Respirador han muerto casi todos al poco tiempo, en medio de sufrimientos silenciados celosamente. No es cuestión de enchufar y se va a producir el milagro. Eso sería magia, distinguidos Doctores. Los ventiladores vienen equipados con sistemas de monitoreo y alarma de los parámetros básicos: como presión, volumen y flujo de oxígeno. También hay que saber, para no incurrir en nuestra más grande especialidad: negligencia médica, acerca del funcionamiento del ventilador: por ejemplo, fugas de aire, cortes de energía, fallas mecánicas, baterías de emergencia, tanques de oxígeno. Los ventiladores actuales son controlados electrónicamente por un dispositivo sofisticado que permite adaptar con exactitud y en tiempo real las características de presión y flujo a las necesidades de cada paciente. En los países tecnológicos existe la especialidad de Terapeutas respiratorios, responsables de ajustar estos valores, cada rato, mientras que los Técnicos biomédicos se encargan de su mantenimiento. Nada de esto hemos visto en Bolivia. La prensa, para encubrir este déficit tecnológico, enfatiza los sobreprecios, la corrupción, politizándolo todo. La Política es nuestra manera de esconder nuestro atraso e incompetencia tecnológica y gerencial. Lo que la escuela no da, la universidad no lo presta. Nos sinceraremos de una buena vez.

Este ejemplo reciente, me da pie para sostener que, como Bolivia, nos conviene ubicarnos en el segundo modelo: el del Cuidado de la Casa común. No damos la talla para el modelo de alta tecnología del Transhumanismo. ¡Por fortuna! Somos holistas, no reduccionistas.

Con el Transhumanismo, basado en la Inteligencia Artificial, sucede algo curioso. No se produce un cambio de Paradigma científico. El Transhumanismo continua los elementos básicos del humanismo europeo que incluye, por supuesto, la veneración a la Diosa Razón y a la Ciencia newtoniana; un compromiso radical con el Progreso y una valoración liberal de la existencia humana, sobre el resto de la biosfera. No se ha abierto a la evidencia de que somos parte de la Naturaleza; algo que no ignoran, por cierto, pero les deslumbra más el luciferino encanto de las Luces: del Aufklaerung. En esto: todo está interconectado y vive, estriba el nuevo paradigma científico filosófico actual. El Transhumanismo es monoteísmo patriarcal químicamente puro, en el hervor que le dio el Humanismo renacentista y la revolución científica que arranca entonces con Galileo Galilei y, luego, son herederos militantes de la Ilustración, del individualismo liberal, el libre pensamiento progresista y, sobre todo, fervientes creyentes en la panacea de la Hig Tech. La Razón les ha enfriado el corazón: son desalmados.

¿Qué profetiza el Transhumanismo? En primer lugar, que, en el futuro, la humanidad cambiará de forma radical por causa de la tecnología. Eso ya lo estamos viendo en la nueva China. Prevén la posibilidad de rediseñar la condición humana: evitar el envejecimiento y el sufrimiento, superar las limitaciones de los intelectos humanos y artificiales y trascender nuestro confinamiento al planeta Tierra.

En segundo lugar, los transhumanistas defienden el derecho de aquellos que deseen utilizar la tecnología para ampliar sus capacidades mentales y físicas y para mejorar su control sobre sus propias vidas, en pro de un crecimiento personal, más allá de nuestras actuales limitaciones biológicas.

Aunque algunos teóricos del Transhumanismo buscan aplicar la razón, la ciencia y la tecnología para reducir también la pobreza, las enfermedades, las discapacidades y la malnutrición en todo el mundo, el Transhumanismo se distingue por un enfoque particular, individual, en la aplicación de las tecnologías para la mejora de los cuerpos humanos. Se beneficiarán los que se lo puedan costear.

El manifiesto transhumanista The Hedonistic Imperative describe cómo la ingeniería genética, la nanotecnología, la farmacología y la neurocirugía podrían converger para eliminar toda forma de experiencias desagradables, reemplazando el sufrimiento con un incremento progresivo de bienestar. A este proyecto le llaman Ingeniería del Paraíso.

No podía faltar la versión de izquierdas. El Tecno progresismo es una variante del Transhumanismo “democrático”. Acepta que la mejora humana deba ser de acceso general en la sociedad y se basa en la convergencia entre el auge tecnológico y social. Propugnan un crecimiento tecnológico, regulado democrática, transparente y equitativamente, para las personas. Pero lo que no dicen es que este modelo político, basado en la robótica de la IA, sólo vale para un tercio de la humanidad, pues es la sobrepoblación y la pobreza capitalista la que impide una gobernanza ecológica y racional del planeta. El resto es descartable y hay que eugenizarlo, taimadamente. He aquí que la Pandemia en curso, ha desenmascarado ese canto de sirena. Por ejemplo, sostenían que los problemas causados por la tecnología, pueden ser manejados con la ayuda de vigilancia y regulación democrática. Falso: con toque de queda y militarización de las ciudades. Promovían, dizque, el respeto por los derechos como solución a los problemas que pueda causar la tecnología. Falso: se han recortado, en un tris, derechos en todo el mundo, so pretexto de la Seguridad. Promovían una globalización económica estable, acompañada de derechos laborales, protección al trabajador, leyes ambientales y gobernanza democrática mundial de los flujos de capital. Todas estas conquistas sociales se las desmontó, entre gallos y media noche, el 2020. Amanecimos confinados, amordazados, amedrentados: arrestados. Seguimos aturdidos, aguantando, hasta que escampe. Gran ilusión. No hay vuelta atrás. La Normalidad anterior estuvo manchada por  una esclavitud, disimulada, y un ecocidio desembozado. Oímos, pero no escuchamos.

En la reunión 2021 de Davos, la elite gobernante le ha dicho a la gente algo que ya formulara el FMI en 2016: «En 2030 no tendrás nada y serás feliz. Cualquier cosa que quieras alquilar, te la llevará un dron a casa». «Estados Unidos no será la primera potencia mundial. Un grupo de países lo sustituirá”. «No morirás esperando a un donante de órganos. No se trasplantarán los órganos, se imprimirán». «Comerás menos carne. No será un alimento básico para el bien del medioambiente y tu salud”. «Un billón de gente se desplazará por el cambio climático». «Los contaminadores pagarán por emitir dióxido de carbono. Habrá un precio global sobre el carbón para ayudar a la desaparición del uso de combustibles fósiles». «Te estarás preparando para viajar a Marte. Los científicos estarán trabajando para asegurar la vida en el espacio».  «Los valores occidentales serán puestos a prueba. Los valores que sustentan nuestras democracias no deben olvidarse».

La Pandemia muestra la ratio de este proyecto tecnológico de proseguir con el Monoteísmo (un solo gobierno mundial, una sola moneda global) patriarcal (manejado por los Arcontes higtech, siguiendo la lógica capitalista de la competitividad, concentración, acumulación y el crecimiento indefinido) paternalista (serás feliz, si nos obedeces). El Transhumanismo es pura energía Fermión. No es bueno ni siquiera para ellos, por lo menos en este mundo, salvo se muden a marte o al intra terreno.

Algunos teóricos, piensan que el ritmo de la innovación tecnológica se está acelerando de tal modo que, en los próximos 50 años, se podría producir no solo radicales avances tecnológicos, sino, posiblemente, una Singularidad Tecnológica, que puede cambiar fundamentalmente la naturaleza de los seres humanos: la aparición del Simbionte u Homo technologicus: un Homo demens tremens. Yo prefiero ser un Homo mayeuticus: alguien que ayuda a dar a luz: μαιευτικóς.

Hasta aquí mi simplificación para aclararnos.

Pero resulta que esta Higtechkultur está en manos de las grandes corporaciones tecnológicas transnacionales, de origen americano y chino, sobre todo. No en los gobiernos, ni siquiera en la ONU. Si hace media década OXFAM hablaba del 1% de la humanidad que concentra la riqueza del mundo; ahora serán un par de centenas de Corporaciones las que dominan y controlan el mundo, pues controlan y son dueñas de la Información y la Circulación. Vivimos, de facto, en sociedades postdemocráticas (mandan los Arcontes, gobiernan los ricos, ejecutan los políticos), infra políticas (rige el cerebro reptiliano en vez del neocórtex) en una suerte de Medioevo holly-tecnocrático, con glamurosos señores feudales y un emperador carismático que habla, propone y vaticina con autoridad y credibilidad, como fruto de haber descubierto cómo se produce oro alquímico y, by the way, lucrando a raudales. Volvemos a la Diarquía medieval: el Papa y el Emperador.

El Cuidado de la Casa común

Javier Medina

Esta vez el Papa es nuestro; también el software y su bonhomía. El Vaticano Segundo, básicamente alemán, ya es historia. Esa iglesia llegó hasta Benedicto XVI: el gran teólogo, el intelectual exquisito en la gran tradición occidental, eurocéntrico y, por supuesto, patriarcal y convencido, íntimamente, de la superioridad del monoteísmo cristiano. No le pudo faltar, sin embargo, su mota de hermosa incoherencia: proclamó como Doctora de la Iglesia a Santa Hildegard von Bingen: una monja animista de la Edad media, de la cual podemos aprender el know how de cómo cuidar, femeninamente, de la Casa común planetaria. Sanación matriarcal en vez de Salvación patriarcal.

La gran corrección teológica que introduce la Laudato si´ al antropocentrismo judeocristiano, expresado ya en el Génesis/Bereshit, es el siguiente: el Mandato no es dominar y explotar, sino cuidar y cultivar la tierra. En este sentido, la Encíclica desmiente la creencia de que el mundo nos pertenece, a los programados en el software abrahámico, y que fue creado para que lo explotemos y hacernos ricos. La Laudato si´ se abre al Animismo y busca unas nuevas bodas del Cielo con la Tierra, de lo masculino con lo femenino, de lo racional con lo cordial… pero, poniendo en énfasis: la masa crítica, en las energías bosónicas. No es una propuesta para dos billones y medio de habitantes, hiper tecnológicos, sino para toda la humanidad.

En efecto, señala que “la forma correcta de interpretar la idea del ser humano, como Señor del universo, consiste en entenderlo como administrador responsable y colaborador de Dios en la obra de la creación”. Es decir, justamente, lo que sostiene el Animismo, proferido, empero, en una narrativa no antropocéntrica, ni patriarcal, ni racionalista, ni única, sino biocentrada, matríztica, plural y cordial. Este es el Turning Point que esta Pandemia debería ayudarnos a comprender. De aquí se deriva todo lo demás.

Esta Encíclica reúne en un solo documento las contribuciones de científicos, académicos, filósofos y teólogos de muchas religiones, producidas a lo largo de varias décadas. Después de la Declaración de Río, sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, y la Agenda 21, emanadas de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, no había surgido ningún otro documento con la relevancia y el alcance de la Laudato si’.

Se trata de un mensaje dirigido a todo el mundo: creyentes, agnósticos, ateos, también animistas. Es la más ecuménica de todas las encíclicas papales. Coloca en un mismo plano la ciencia y la reflexión teológica, el cielo y la tierra, lo espiritual, lo emocional, lo racional y lo ecológico.

Bergoglio se muestra como un Papa latinoamericano: entrañable, canchero, volcado a lo humano, a las preocupaciones sentidas, desde una perspectiva de liberación. Otorga credibilidad a los científicos más serios, independientemente de si son o no creyentes.

El Papa denuncia la forma de cómo Occidente ha degradado la naturaleza y colocado al ser humano en condiciones de pobreza, desigualdad y sometimiento. Subraya que la crisis ambiental, es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, a la vez que es urgente detenerlo para evitar una catástrofe global.

Señala que no es suficiente conciliar la preservación del ambiente con el progreso, pues sólo significaría aplazar la ruina. Se trata de repensar el progreso y llama urgentemente a todas las personas de buena voluntad a entablar un diálogo para buscar juntos caminos de solución.

Si bien el Papa reconoce los aportes, que la ciencia y la tecnología han hecho para mejorar la calidad de vida de las personas, denuncia cómo la tecnociencia intenta controlar tanto la naturaleza como la existencia humana, convirtiéndose en una verdadera amenaza para la vida.

La Encíclica apela a la economía y a la política a defender y promover el bien común presente y futuro, y a crear condiciones para una plenitud humana posible. La noción del bien común incluye también a las generaciones futuras. Se trata, dice la Encíclica, de una cuestión de justicia “ya que la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán”. Sin embargo, el Papa reitera que además de buscar la solidaridad inter generacional, se requiere con urgencia lograr una solidaridad intra generacional.

El Papa hace un llamado a la humanidad a cambiar el rumbo, a buscar un nuevo comienzo. ¡No podemos seguir actuando como si nada ocurriera! El riesgo de no intervenir, ahora, puede ser una catástrofe global. Nos incita a cuestionarnos con valentía sobre nuestra vida, manera de ser y de actuar, nuestros pensamientos y, en una palabra, nuestra civilización. Sin embargo, la magnitud del desafío que enfrentamos, así como de las transformaciones que se necesitan para superar la crisis, demanda ir más allá de las iniciativas individuales y lograr la implicación de todos los actores sociales.

Finalmente, un elemento constante en el documento es la esperanza. El Papa expresa su confianza en Dios y que siempre es posible reorientar el rumbo y hacer algo para resolver los problemas.

A modo de síntesis. 

Cambia el modo de ver a Dios, no como algo añadido a la creación, sino como quien sostiene, anima, vivifica y crea constantemente.

No es un discurso religioso, sino crítico, científico y poético, aunque la sostiene una potente teología de la creación.

Es la primera vez que un Papa aborda el tema desde el nuevo paradigma ecológico, de una forma tan integral y completa.

Se fundamenta en los datos más seguros de las Ciencias de la vida y de la Tierra.

Lee los datos afectivamente, pues sabe que detrás de ellos hay dramas humanos y sufrimiento también de la madre Tierra.

Es un discurso que enfrenta las visiones e intereses de la elite transhumanista.

Molesta a las corporaciones trasnacionales

Va contra el paradigma tecnocrático dominante, homogéneo y unidimensional.   

Cuestiona el capitalismo, en su fase neoliberal y financiera.

Francisco escribe como un Pastor que cuida la Casa Común.

Los temas centrales

La convicción de que, en el mundo, todo está conectado.

La crisis social, la crisis ecológica y la crisis espiritual no son crisis distintas, son una y la misma.

Crítica las formas de poder que derivan de la tecnología.

Primero de todo, el origen del COVID-19 no parece que sea natural. De hecho, los que defienden su origen natural: la OMS, los centros oficiales de investigación, los portavoces gubernamentales, los medios de comunicación más influyentes, son exactamente los mismos que manipularon la información y los datos al inicio y desarrollo de las dos pandemias precedentes: gripe aviar y gripe porcina que, por lo que vemos, sirvieron de pilotos para testear esta arremetida.

Segundo. El origen del COVID-19 es probablemente artificial, ligado a investigaciones secretas sobre armas biológicas en China y/o Estados Unidos.

Tercero. Lo importante no es lo anterior, sin embargo, sino reconocer la maquinaria que se puso en marcha y, sobre todo, sus objetivos: domesticación social, alienación colectiva y deterioro de la salud mental; desestabilización y deterioro socioeconómico global; búsqueda de beneficios especulativos y ganancias privadas rápidas; desgastar drásticamente las haciendas públicas nacionales: recesión económica planetaria, para justificar un Reseteo global de la civilización hacia el Transhumanismo.

 Cuarto. Es evidente que somos objeto de un gran evento de ingeniería social: reprogramación afectiva y mental bajo Shock.  La desmesurada reiteración de los contagiados y muertos (sin poner en relación los datos comparativos de otras enfermedades) por los medios de desinformación, tiene dos objetivos. Uno, el subjetivo: generar una oleada de pánico para bajar las defensas del sistema inmune y provocar un proceso eugenésico autónomo. Dos, el objetivo: ya se sabe que el miedo provoca docilidad y sometimiento para asumir órdenes, mandatos, imposiciones, obligaciones, prohibiciones, privaciones y limitaciones radicales de toda índole, para suscitar el surgimiento de un Pensamiento único y, por tanto, poner las bases de un solo gobierno mundial.

Quinto. Un gobierno postdemocrático. Naomi Klein, La doctrina del schok: el auge del capitalismo del desastre, explica cómo el sistema socioeconómico imperante se extiende cada vez más, a través de impactos en   la psicología social a partir de contingencias desgraciadas, provocando que, ante la conmoción, la confusión y el miedo, se pueda hacer lo que interesa y beneficia a la élite que domina el sistema, aunque ello perjudique claramente a la mayoría. Klein analiza una serie de casos en los que ya se ha actuado de esa manera: la Guerra de las Malvinas, el Once de Septiembre, el Tsunami de 2004 en Indonesia, la crisis del huracán Katrina… Todos ellos fueron aprovechados con la intención de forzar la aprobación de una serie de “reformas” y “ajustes” que, de otro modo, hubiera sido imposible de aplicar.

Recogidos esos aprendizajes, ahora se trata de implementar la Madre de todas las Reformas:  un nuevo orden mundial que abra paso a un régimen autoritario de  policía digital que aleja a los ciudadanos de la toma de decisiones sobre los temas importantes y sitúa la misma en el ámbito de organizaciones supranacionales, ajenas a procesos directos de elección democrática; fuera del alcance de cualquier control popular; sin rostro específico a quien exigir responsabilidades y donde lo tecnocrático prima sobre lo social y todo ello está alineado con las estrategias y objetivos de las grandes corporaciones tecnológicas y financieras.

Lo postdemocrático es un régimen autoritario de policía-digital que China ya está implementando. En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, provistas de una técnica de reconocimiento facial, dotadas de inteligencia artificial y que pueden observar y fichar a todo ciudadano, de momento, en los espacios públicos. Toda esta infraestructura, para la vigilancia digital, ha resultado sumamente eficaz para contener la epidemia. Por ejemplo, cuando alguien sale de la estación de Pekín, es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante, todas las personas que van sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles. Con lo que los apologetas del Transhumanismo van a proclamar que el Big data: seguimiento, almacenamiento, procesamiento y tratamiento masivo de la información y los datos, salva vidas humanas. También…

Sexto. Reestructuración de la distribución del poder dentro de la propia élite. Para empezar, hay que tener en cuenta que poco más de 200 grandes corporaciones multinacionales, tecnológicas y financieras, tienen actualmente en sus manos el 75 por 100 de la economía mundial. Y hay una tendencia a que el indicado número disminuya y el citado porcentaje aumente: para 2025-2030, serán unas 150 corporaciones y moverán el 80/85 por ciento de la economía global. Lo que tiene mucho que ver con el hecho ya compartido de que, desde 2015, haya un uno por ciento de la población mundial que acumula más patrimonio y riqueza que el 99 por ciento restante. Estamos hablando, por tanto, de unos 75 millones de personas. Aunque dentro de este grupo privilegiado, hay unos 12 millones que sobresalen sobre los demás y acaparan para sí la mayor parte de la riqueza. Ahondando aún más, nos encontramos con no más de medio millón de personas que acaparan todo el capital, las rentas y propiedades del planeta. Y llegados a este punto, nos topamos con un núcleo duro configurado exclusivamente por unas pocas decenas de personas que están detrás de lo que se ha dado en llamar “Estado Profundo” o el “Gobierno en la sombra”. El vértice invisible y separado de la Pirámide monoteísta, que articula con un holón que vibra en otra frecuencia, al parecer: de energías fermiónicas…

Invita a buscar otros modos de entender la economía y el progreso.

Advierte sobre la cultura del Descarte del Transhumanismo: cinco billones de seres humanos que sobran, contaminan el planeta y que la High Tech convierte en parásitos.

En pocas palabras: propone un nuevo estilo de vida, más animista.

¿Qué está transparentando doña Covid, ahora mismo?

Javier Medina

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué lecciones debemos sacar de la Pandemia?

Javier Medina

 

Desde el punto de vista de la Inteligencia espiritual, agradecer la visita de doña Covid, honrarla, darle de comer, ritualmente, y pedirle que siga su camino: que se marche, como hacen los animistas andinos y amazónicos. Dejar el paradigma patriarcal, bélico, y seguir entendiendo y tratando a la naturaleza como enemiga a vencer. A estas alturas es algo patético. Por tanto, no tener miedo y confiar y celebrar a la Madre Tierra, manejando la incertidumbre a través de la tecnología ritual, una buena alimentación, ejercicios, compartir y vivir con alegría y gratitud.

Desde el punto de vista de la Inteligencia emocional, redescubrir la Forma Comunidad, que implica la economía de reciprocidad, tanto el ayllu como las comunidades de base o las comunas de amigos. Es decir, ir dejando las ciudades, que ya no proporcionarán empleo: no hay ciudad sin dinero; fortalecer y crear redes de pueblos autosuficientes y volver a poblar Bolivia de modo integral. Las ciudades han devenido un cáncer biosférico, que la Cuarentena ha puesto en evidencia: lo sabemos, ahora, todos, por experiencia propia, no porque lo haya dicho un sociólogo. Eso implica empezar a conversar el tema de la tierra y el territorio, las formas de usufructo, propiedad y redistribución. Implica también sacar los aprendizajes, sobre todo psíquicos y morales, de su experiencia de encierro en apartamentos diminutos, en ciudades altiplánicas sin verde. Las secuelas de mediano plazo, psíquicas, las pagarán los niños urbanos y sólo un retorno a la naturaleza nos curará a todos. Podemos diseñar una demolición controlada de lo urbano, a cincuenta años vista, comenzando por los jóvenes que ya no tendrán trabajo en la ciudad. El parón económico de la pandemia sirve, justamente, para hacer desaparecer, silenciosamente, las clases medias: la gran conquista democrática de la era industrial predigital; un estorbo para una civilización digital. En un rediseño de nuestros pueblos, articulados entre sí: circuitos cortos, debiéramos recrear una suerte de “clase media”: de iguales, comunes, commons, compañeros: que comparten el pan, articulada glocalmente, en la que los ex urbanos se ralentizan, subjetivamente, y, objetivamente, refuncionalizan lo que tenemos de tecnología, incluso high tech, así como también los activos de la modernidad: el campo con los servicios de la ciudad, y los campesinos ya no subsidian a la ciudad, empobreciéndose, en términos capitalistas. Ser pobre no es una fatalidad; es ignorancia y “con un dólar al día” se puede vivir magníficamente, siendo dueño de todo su tiempo libre: dolce far niente. Finalmente, ya sabemos a dónde llevan las Metas y Objetivos: al desastre psico-socio-emocional. En adelante, todos producen sus alimentos: crian chacra o hacen agricultura urbana. Todos tienen acceso a la tierra, no sólo los pueblos indígenas y, sobre todo, no las empresas trans nacionales y los extranjeros. La Patagonia ya está en manos privadas foráneas, lo mismo Chile: casi todo entero… Si queremos tener futuro, el gobierno debe revertir las tierras adquiridas por extranjeros y reducir latifundios en las tierras bajas.

¿”No tendrás nada, pero será feliz”? He aquí una proposición digna de rumiarse lentamente. No es nueva, sin embargo. En Occidente, la vía monástica la practica desde San Benito, a partir del monoteísmo; el ayllu andino y las comunidades amazónicas también, desde el animismo. Las comunas libertarias también lo intentaron, digamos: desde el agnosticismo. Pero, proferido desde Davos, me entra la suspicacia…

Desde el punto de vista de la Inteligencia ecológica significa parar la expansión de la frontera agrícola, detener los incendios forestales, máxime si, del FMI y Davos, ya salió la prohibición de consumir carne, para proteger el medio ambiente del planeta. Donde manda capitán, no mandan cainqueros. Debemos recuperar la infraestructura agronómica prehispánica: andenería, campos elevados, cosecha de agua…: la frontera agrícola interna, para producir excedentes para la soberanía alimentaria. Bolivia también posee recursos mineros: litio, oro, indio… que debe explotar y administrar con sabiduría y pericia para fortalecer el vector fermiónico, capitalista, de su economía. El Litio es, para Bolivia, lo que el Petróleo fue, para los Estados Unidos. Lo sabe bien Elon Musk.

Desde el punto de vista de la Inteligencia racional debemos ser conscientes de nuestro tamaño y lugar en el hemisferio y el mundo. Debemos dejar atrás el machismo político. Lo de Chávez y Venezuela, antes Cuba y Fidel, debe aleccionarnos. Como los chinos, debemos hacer nuestra tarea, sin paraditas de gallo. El Ego de los caudillos se infla a costa del sufrimiento y privaciones de sus poblaciones. Basta. No debemos olvidar, asimismo, que el homo sapiens es también un depredador. Los países poderosos son tales, justamente, porque ha enfatizado al predador sobre el cuidador, que también los constituye. En este punto, político, debemos activar nuestro cerebro reptiliano.

Tenemos el know how y la teoría política para reinventarnos a partir de todas nuestras raíces. Véase mi Tractatus oecologico-politicus. Así como los amerindios son, hoy, fuertes políticamente, porque recuperaron la memoria de su identidad, los blancos, sobre todo los descendientes de los que fundaron los Santuarios Marranos de la actual Media Luna, tienen que recordar sus orígenes sefardíes reprimidos y/u olvidados. Sin esa vuelta a sus raíces judías y católicas (y todo lo que ello implica), Bolivia no podrá lograr un equilibrio político y emocional. Seguirán las asimetrías e inventos como el de la Nación Camba, que son eso: invenciones delirantes, mala ideología que no puede dar frutos políticos, como es evidente electoralmente. Tenemos que revisar la historia del Oriente boliviano que empieza escarbando en los archivos de la Inquisición, sobre todo de la Extremadura porqueriza, de donde provienen sus fundadores. Los apellidos delatan. Una cultura es, sobre todo, un asunto de software, no de sangre, solamente, como se cree. Tenemos que aclararnos sobre el software marrano, en términos actuales, es decir, cuánticos. Sólo sumergiéndose de nuevo en las propias raíces, podrá la Media Luna comprender la metáfora del Lucero del alba (el equivalente inventado por Rubén Costa para no ser menos que los collas con su Nuevo Año Aymara) que, en el esoterismo sefardí designa a Lucifer: el que trae el brillo de lo fermiónico y que la tradición marrana relativiza con el Lucero vespertino que trae el brillo bosónico, que anuncia el comienzo del Shabat. Por cierto, en el Diagrama Pachakuti Yamque, ambos Luceros, aparecen en las columnas de Jojmah y Binah. He aquí la alquimia que deberá producir el Árbol de la Vida andino y el Árbol de la Vida semita, para hacer, de Bolivia, una Luna Llena. Véase mí:  Marranos y Cholos. Diálogo de civilizaciones en los Andes.

¿Dónde nos ubicamos los bolivianos, en esta Pandemia?

Para mí no hay duda: en el camino del Cuidado de la Casa común. Es más: ya hemos hecho aportes importantes a este diseño: el enfoque biocultural del Vivir Bien, las leyes sobre los Derechos de la Madre Tierra y la Ley Marco de la Madre Tierra para el desarrollo integral y el vivir bien, el software animista de la mayoría de la población… Si a algún país le va a costar menos adaptarse a la Demolición Controlada de la civilización occidental, en curso, va a ser a Bolivia. El problema que tenemos es de naturaleza cognitiva: las elites políticas, de derecha, centro e izquierda, los urbanícolas de toda laya, en general, quieren Desarrollo & Progreso a la americana, años Cincuenta.  El desenmascaramiento de este mito, llevado a cabo por Trump, no les dice nada, aparentemente. ¿O no lo quieren decir?

¡Fin de la Historia! ¿Fin de la especie Homo?

Javier Medina

Dicho esto, empezaré a repensar lo que nos enseña doña Covid y, a saber, desde una perspectiva positiva y optimista. La Primavera de Praga y el austro marxismo de la Revista Neues Forum, dirigida por Günther Nenning, me despertaron a la conciencia política, en la década de los Sesenta. He dado cuenta de ello en mi Bildungsroman Viaje a Germania. Desde entonces he esperado e intervenido (a mi modo y como he podido: cuando no revolución, entonces reformismo y cuando no reformismo, entonces posibilismo; pero siempre promoviendo pequeñas Bifurcaciones) para que el mito mesiánico de la Revolución transformara un mundo desenfrenado que no me gustaba para vivir y que no ví, entonces, que hubiera visos de cambio alguno, a la vista. Pasé por París en el verano del Sesentaiocho, de camino a Barcelona, y no había brasas ni briznas de la asonada del Mayo famoso, en el modo de vida, que es el punto de toque para verificar si algo cambia o no. Lo consigno en Retorno a Sefarad.  Decidí, entonces, largarme lo más lejos posible de Occidente y, así, llegué a Bolivia el último día de 1972. Ese viaje de regreso lo consigné en Breve soliloquio para una larga despedida, que recogí en Repensar Bolivia. Es decir, la Revolución no paró el Tren desbocado de la Historia, sino que, a lo mejor, podría ser la Pacha.

Llegó, finalmente, el Fin de la Historia y el silencio de los intelectuales es general. En cualquier caso, para mí, Capítulo cerrado. ¿Se acerca el Fin de la especie Homo? He aquí la pregunta que vale la pena escudriñar. Hay señales inquietantes.

El conocido virólogo David Quammen advirtió recientemente acerca de esta posibilidad (si la humanidad no detiene su maquinaria ecocida) de la irrupción de otro virus que podría destruir parte de la biosfera y llevar a gran parte de la humanidad, a un fin dramático. No otra cosa advierte el Papa Francisco sobre la eventualidad de la desaparición de la vida humana como consecuencia de la irresponsabilidad en nuestro trato con la Madre Tierra. Todo esto, empero, no significa el fin del Sistema Vida, sino solamente el fin de la vida humana. “Hay que ajustar con Gaia”, como sugiere Isabelle Strengers, En tiempos de catástrofes.

Sabemos que, cada año, cerca de 300 especies llegan a su clímax, después de millones de años de evolución y retornan a aquel océano insondable de energía, anterior al Big Bang, que subyace a todo el universo. Se conocen muchas extinciones en masa durante los más de tres mil millones de años de historia de la Vida. Actualmente, los científicos nos dicen que, cerca de un millón de especies de seres, está bajo amenaza de desaparición, debido a la agresividad monoteísta.

Estos peligros solamente serán evitados si relativizamos la energía fermiónica de la Economía: el Capitalismo/Socialismo, con la energía bosónica: de la Reciprocidad/Ayni. Esto, hasta hoy, no lo quiere ver nadie, salvo Dominique Temple y sus amigos.  Espero que, la Cuarentena, nos esté abriendo los ojos a cómo, espontáneamente, están rebrotando los valores del Ayni: colaboración, empatía, compasión, cariño, ayuda mutua, sentido de lo necesario, frugalidad Ahora bien, este Kuti civilizatorio exige la voluntad política de todas las naciones y la decisión empresarial de pequeñas, medianas y grandes consorcios. Si algunas empresas globales se negaran a actuar en esta dirección, podrían anular los esfuerzos de todas las demás. Por eso, la voluntad política debe ser colectiva y vinculante, con lineamientos generales claros, graduales y asumidos por todos. La ONU calla. Se trata de una política integral y global que exige un cambio de conciencia que, supongo y espero, esté provocando este Retiro obligado. Pasar de la competencia a la cooperación, de la búsqueda del lucro a la promoción de la Vida. El Vaticano habla.

Eric J. Hobsbawn, Era de los extremos, nos dice, al final de su vida, “(…) no sabemos hacia donde estamos yendo. Sin embargo, una cosa es segura. Si la humanidad quiere tener un futuro aceptable, no puede hacerlo mediante la prolongación del pasado o del presente. Si intentamos construir el tercer milenio sobre esa base, vamos a fracasar. Y el precio del fracaso, la alternativa al cambio de la sociedad, es la oscuridad”.

Arnold Toynbee, Experiencias, repite otro tanto: “(…) viví para ver que el fin de la historia humana puede tornarse una posibilidad real, que puede ser traducida en hechos, no por un acto de Dios sino del ser humano”.

Christian de Duve, Polvo vital, afirma que “(…) la evolución biológica marcha hacia una gran inestabilidad; en cierta forma nuestro tiempo recuerda a una de aquellas importantes rupturas en la evolución, caracterizadas por extinciones masivas”.

Théodore Monod, Y si la aventura humana fallase, sostiene: “(…) somos capaces de una conducta insensata y demente. A partir de ahora se puede temer todo, realmente todo, inclusive la aniquilación de la raza humana (…) Sería el justo precio de nuestras locuras y de nuestras crueldades”.

Edward Wilson, El futuro de la vida,”(…) el ser humano hasta hoy ha desempeñado el papel de asesino planetario (…) la ética de la conservación, en forma de tabú, totemismo o ciencia, casi siempre llegó demasiado tarde. Tal vez, todavía, haya tiempo de actuar” 

James Lovelock, La venganza de Gaia, prevé el fin de la especie antes de que finalice el siglo XXI. Lovelock es contundente: hasta el fin del siglo desaparecerá el 80% de la población humana. El resto sobrevivirá lejos de las ciudades.

Un hecho que ha impulsado, especialmente a biólogos y astrofísicos, a hablar del eventual colapso de la especie humana, es el carácter exponencial del crecimiento poblacional. La humanidad necesitó un millón de años para llegar a 1850 mil millones de personas. Los espacios temporales entre un crecimiento tal y otro del mismo tamaño, disminuyen cada vez más. Se prevé que hacia 2050 habrá diez mil billones de personas. La ciencia y la tecnología han roto la auto regulación propia del Animismo. Es el “triunfo” innegable del software monoteísta. Las soluciones del patriarcado monoteísta transhumanista son thanáticas. Las del animismo matriztico son eróticas, conviviales: compartir y colaborar. “Donde comen cuatro, comen también ocho”: el milagro de la multiplicación de los panes y peces.

Lynn Margulis y Dorian Sagan, Microcosmo, afirman con datos de los registros fósiles y de la propia biología evolutiva que una de las señales del colapso próximo de una especie es su rápida superpoblación.

Stephen Hawking, El universo en una cáscara de nuez, vaticina que, en 2600, la población mundial estará hacinada y el consumo de electricidad será tal que dejará a la Tierra incandescente. Ella podría destruirse a sí misma.

Noam Chomsky, en una entrevista, dice: “El coronavirus es suficientemente grave, pero vale la pena recordar que se está acercando algo mucho más terrible; estamos corriendo hacia el desastre, hacia algo mucho peor que cualquier otra cosa que haya sucedido en la historia humana, y Trump y sus lacayos están al frente de esto, en la carrera hacia el abismo. Hay dos amenazas inmensas que estamos encarando. Una es la creciente amenaza de la guerra nuclear, exacerbada por la tensión de los regímenes militares, y la otra, por supuesto, es el calentamiento global. Las dos pueden resolverse, pero no hay mucho tiempo. El coronavirus es terrible, y puede tener terribles consecuencias, pero será superado, mientras que las otras amenazas no lo serán. Si no resolvemos esto, estaremos condenados”.

No es la primera vez que los seres humanos se plantean este tipo de interrogantes. Siempre que una civilización entra en crisis, surgen mitos del fin del mundo y de destrucción de la especie. Aunque la especie se mate a sí misma, ella no conseguirá matar a la Vida sin más. No puede aniquilar las virtualidades escondidas en ella, que quieren realizarse.

Más esclarecedor y esperanzador es pensar estas cuestiones en el marco de la física cuántica y de la nueva cosmología. Como dice Leonardo Boff, El Tao de la liberación, el ser humano es el ser de la naturaleza más complejo ya conocido. Complejo en su cuerpo con treinta mil millones de células, continuamente renovadas por el sistema genético; complejo en su cerebro de cien mil millones de neuronas en continua sinapsis; complejo en su interioridad, en su psique y en su conciencia, cargada de informaciones recogidas desde la irrupción del cosmos con el Big Bang y enriquecida con emociones, sueños, arquetipos, símbolos provenientes de las interacciones de la conciencia consigo misma y con el ambiente que la rodea; complejo en su espíritu, capaz de captar el Todo y sentirse parte de él y de identificar ese Vínculo que une y reúne, liga y religa todas las cosas haciendo que no sean caóticas sino ordenadas y den sentido y significado a la existencia en este mundo y haciéndonos despertar sentimientos de profunda veneración y respeto por la grandeza del cosmos.

Cuando, en los primeros momentos después de la gran explosión, los quarks, protones y otras partículas elementales comenzaron a interactuar, aparecieron campos de relaciones y unidades de información y órdenes mínimas de complejidad. Allí se manifestó lo que más tarde se llamaría espíritu, esa capacidad de crear unidades y marcos de orden y sentido. Al desaparecer dentro de la especie humana, emergería un día, quizás tras millones de años de evolución, en algún ser más complejo.

Habrá un salto, quien sabe, en la dirección de aquello que, ya en 1933, Pierre Teilhard de Chardin anunciaba: la irrupción de la Noosfera, es decir, de un estado de conciencia y de relación con la naturaleza que inaugurará una nueva convergencia de mente, corazón e intestinos y, así, un nuevo estadio de la evolución humana y de la historia de la Tierra.

En esta perspectiva, el escenario actual no sería de tragedia, sino de crisis de paradigma, cambio de la forma en cómo habitamos nuestra Casa Común. Por fin estaría empezando un proceso de cambio global, azuzado por la Pacha.

La Carta de la Tierra: un mapa para no perderse

Javier Medina

Esta Carta magna, patrocinada por la UNESCO, es uno de los documentos oficiales más inspiradores para la transformación de nuestra forma de estar en el planeta Tierra. Está más allá de la lucha de clases, de la lucha de razas, de la lucha entre naciones, de lo nacional-popular, bloques históricos… Habla de valores, instituciones y formas de vida. De desafíos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales. Y, lo más importante, recuerda que todo ello está interconectado y que, juntos, como humanidad, podemos forjar las soluciones. Doña Covid empuja, mas que el Manifiesto comunista, en esta dirección, imperceptiblemente y, a saber, a partir de la experiencia, personal y familiar, no de la ideología. El patriarcado se resquebraja.

Tenemos información; conocemos los datos de la realidad, pero, ello, no suele impulsarnos a actuar. ¿Qué nos impulsa a la acción?  Una intuición, una visión, ya: una visualización con visos más concretos. He aquí lo que nos sugiere la Carta.

“Como nunca antes en la historia, el destino común nos llama a buscar un nuevo comienzo. Esto requiere un cambio de mentalidad y de corazón. Exige un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal. Debemos desarrollar y aplicar con imaginación la visión de un modo de vida sostenible a nivel local, nacional, regional y mundia”l.

Observemos que no se trata de volver a la normalidad (volveré sobre ello),a no ser que seamos sadomasoquistas; o de sólo de mejorar el camino ya trajinado que, como sabemos, produce una suerte de malestar cultural, como dijera Freud: Unbehagen. Sucumbir a esta inercia de la Masa nos llevará a las crisis cíclicas que ya conocemos y, tal como viene la mano, al desastre que ya estamos experimentando, ahora mismo. Necesitamos un subidón de Energía. Se trata de “buscar un nuevo comienzo”. Se nos reta a reconstruir la “Tierra, nuestro hogar, que está viva, como una Comunidad de Vida única”. Tenemos que volver a encantarla, llamarle su Ajayu, revitalizarla para hacerla, de nuevo, una Casa Común: una Tekoha, como dicen los guaraníes.

Esto requiere un cambio de mente” dice la Carta. Para cambiar de mente hay que cambiar, previamente, de narrativa. Los relatos del Genesis, leídos literalmente, ya no sirven; es más, son perjudiciales: alientan el supremacismo blanco y el fundamentalismo evangélico. Si acaso, debiéramos leerlos cabalístamente: por ejemplo, en clave Sod,טִפֵּש   , pero, ya se, eso es una delikates intelectual y espiritual solo para eruditos. La Qabbalah,  empero, debiera volver ser popular como en Sefarad.

He aquí que la nueva cosmología nos ofrece una nueva mirada sobre la Tierra. Gaia es un momento del proceso evolutivo que tiene ya 13.700 millones de años y la Tierra 4.300 millones de años. Después del big bang, todos los elementos físicos y químicos se forjaron, durante más de tres mil millones de años, en el corazón de las grandes estrellas rojas. Al explotar, dispersaron en todas las direcciones estos elementos que darína lugar a las galaxias, las estrellas, los planetas y a la Tierra. Es un ser vivo, con una vida que irrumpió hace 3.800 millones de años. Un super organismo sistémico que se autoorganiza y se auto crea continuamente. Autopoiesis la llama Maturana. En un momento avanzado de su complejidad, hace unos 8/10 millones de años, una parte de ella comenzó a sentir, pensar, amar y adorar. Surgió el ser humano: varón y mujer. Es la Tierra misma, consciente e inteligente, como diría Atawallpa Yupanqui.

Esta cosmovisión cambia nuestra concepción de la Tierra. La ONU, el 22 de abril de 2009, recogiendo la iniciativa boliviana, la reconoció oficialmente como Madre Tierra. Por eso la Carta dice: “Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad y cuidar de la comunidad de la vida con comprensión, compasión y amor«. Esta es la nueva visión que tenemos que ir interiorizando aceleradamente.

Requiere un cambio de corazón” añade también la Carta. El corazón menta la dimensión del sentimiento, de la sensibilidad, del amor, la compasión y los valores del cuidado. La cordialidad es una forma amistosa y afectuosa de relacionarse con la naturaleza y los seres que la habitan. Tiene que ver con la Razón cordial, sintiente; con el cerebro límbico, que surgió hace 220 millones de años cuando los mamíferos irrumpieron en la evolución. Todos ellos, como el ser humano, tienen sentimientos, amor y cuidado por sus crías. En aymara se expresa todo eso, y más, con la palabra Ch´uyma.

La mente apareció hace sólo 8/10 millones de años con el cerebro neocortical y, en  forma avanzada, como homo sapiens, hace unos cien mil años, que es el espacio-tiempo del Animismo matríztico. La mente, como logos, λóγος, se ha expandido, en los últimos 2,500 años: el espacio-tiempo del Monoteísmo patriarcal, dominando nuestras sociedades y dando lugar a la tecnociencia, los grandes instrumentos de dominación y transformación de la faz de la Tierra; creando una parafernalia de muerte: de la quijada de Caín a armas biológicas, nucleares, electromagnéticas, psíquicas… que pueden acabar con la vida humana y la del planeta: al Transhumanismo de la Inteligencia artificial.

La absolutización de la razón, generada por la filosofía y la teología: el racionalismo, ha creado una especie de lobotomía: el homo occidentalis tiene dificultad para sentir al otro y su sufrimiento, no digamos a la naturaleza. Bacon:  “(…) la naturaleza debe ser acosada en sus vagabundeos, sometida y obligada a servir, esclavizada, reprimida con fuerza, torturada hasta arrancarle sus secretos”. Necesitamos complementar la inteligencia racional, necesaria para producir cosas, con la inteligencia emocional y ambas, complementarlas con la Inteligencia ecológica y la Inteligencia espiritual, Entonces, y solo entonces, podremos avanzar hacia unas nuevas bodas con la Tierra.  Ese camino lo abre la Carta de la Tierra, como una política pública global, emanada de abajo hacia arriba. Debe ser de lectura y comentario obligado en las escuelas.

¿Volver a la normalidad?

Javier Medina

¿Aguantarse, mientras tanto? Ya sé que después de la anterior gran pandemia: la conquista y colonización, los amerindios decidieron aguantar, “convirtiéndose en piedra”. Sea como fuere, en todo caso, querer volver a la normalidad anterior a la pandemia, sería la demostración más triste de que no hemos entendido el llamado urgente y drástico de la propia Madre Tierra, a cambiar nuestro actual estilo de vida: 1% de la humanidad que controla el 99% de la riqueza total. Se trata de un aviso de ese Super organismo, Gaia, que está auto regulando su metabolismo y del que somos, en teoría, su parte inteligente y consciente. Pretender entonces volver a la normalidad es todo, menos algo inteligente y consciente. Démonos cuenta que es la oportunidad del Cambio que, en la modernidad, no lograron ni las revueltas, ni las revoluciones, ni las guerras de liberación. Caminos equivocados.

Volver a la anterior configuración del mundo, hegemonizado por el Monoteísmo, cuyo rostro exotérico es el Capitalismo, es aceptar, cojudamente, la voracidad del crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza de la gran mayoría de la humanidad. Es olvidar que dicha configuración está sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la Vida en el planeta. Volver a la normalidad anterior sería acelerar nuestra propia destrucción.

Si no hacemos una Conversión ecológica radical, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos, capaces de hacer desaparecer a la especie humana. Ésta es la opinión de muchos biólogos, cosmólogos y ecologistas que están estudiando la degradación de los subsistemas de vida del Sistema Tierra.

Lecciones a rumiar

Primera. Si se hubieran seguido los ideales del Capitalismo: competencia, acumulación privada, individualismo, primacía del mercado sobre la vida y minimización del Estado, la mayoría de la humanidad estaría perdida. Lo que nos está sacando de apuro, en Bolivia, es la cooperación, la interdependencia mutua, incluida doña Covid, la solidaridad y nuestras tecnologías rituales y herbolarias. El Estado pitita estuvo más afanado en afanar. En Europa, el Estado fue pillado en calzoncillos…

Segunda. Necesitamos un Contrato bio-cultural mundial. Los insumos ya han sido discutidos: La Carta de la Tierra, 2010, la Declaración universal del Bien común de la Tierra y de la Humanidad, 2010-2018, la encíclica Laudato si´, 2015. Si la ONU quiere volverse a ganar el sitial que la hizo necesaria, después de la segunda guerra mundial, tiene que pronunciarse oficialmente y buscar un equilibrio, esta vez, empero, que haga masa crítica en lo ecológico. Son conocidos los siguientes documentos de la vertiente transhumanista: Upwingers Manifesto, 1978, Principios transhumanistas de Extropía, 1990 y Declaración transhumanista, 1999. No “Lo uno o lo otro”, sino “Tanto lo uno como lo otro”, dosificado según contextos concretos.

Tercera. Hemos aprendido que un centro de gobierno mundial: la ONU y, en este caso, la OMS, han fallado estrepitosamente. No hay que seguir insistiendo en este modelo piramidal, por los resultados; no por razones ideológicas o políticas. No funciona, simplemente.

Cuarta. Si hasta ahora la centralidad estaba ocupada por el beneficio, el mercado y la dominación de la naturaleza y de los otros, esta vez deberá será la vida, en su gran diversidad, natural y cultural, la que deberá organizar la nueva forma de morar en la Casa Común. Esto es imperativo, y está dentro de las posibilidades humanas. Tenemos, como humanidad, la ciencia y la tecnología; pero no vemos que el sistema político tenga la conciencia de esta necesidad y la voluntad de implementarla. Tal vez, ante el riesgo real de nuestra desaparición como especie, por haber llegado a límites insoportables para la Tierra, el instinto de supervivencia nos haga a todos sociables, fraternos, colaboradores y solidarios unos con otros. El tiempo de la competencia ha pasado. Ahora es el tiempo de la cooperación.

Quinta. Está en la Tendencia de las cosas -me tinka- que inauguraremos una civilización Pacha-céntrica, cuidadosa y amiga de la Vida. Se podrá realizar el Vivir bien en armonía con todos: la familia, la comunidad, la sociedad, la biosfera. Se buscará energías alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se tendrá más cuidado con la atmósfera, las aguas y los bosques. La protección de la biodiversidad será fundamental para el futuro de la vida y de la alimentación, humana y de toda la comunidad de la Vida. He modulado esta posibilidad en mi Tractatus oecologico-politicus.

Sexta. Existe el riesgo de polarización de modelos binarios: por un lado, la Reciprocidad, lo local, y, por otro, una exacerbación del Capitalismo, lo global, para asegurar sus privilegios y sus capitales y ya está mostrando las uñas. Vemos aparecer un despotismo que se basaría en los medios cibernéticos y en la inteligencia artificial; ya está instaurado un sistema de vigilancia sobre todas las personas del planeta. Es el precio que habría que pagar por el vicio del smarth phone.

Séptima. Pero, he aquí que siempre hay un Tercero incluido que podemos llamar Glocalización, es decir que, por un lado, el acento principal, se ponga en lo local, en la región, con sus especificidades geológicas, físicas, ecológicas y culturales, pero, por otro lado, abierta a lo global. En los hechos, todo se realizará en la región, con empresas más pequeñas, con una producción agroecológica, sin necesidad de largos transportes, que consumen energía y contaminan. La cultura, las artes y las tradiciones serán revividas como una parte importante de la vida social. La gobernanza será participativa, reduciendo las desigualdades y haciendo desaparecer la pobreza capitalista a través del compartir de la Reciprocidad y el Ayni. Esto lo he modulado en: Gestión de Sistemas de Vida, en modo Energía

Octava. Al final, pasaremos de una sociedad industrial/consumista (que es lo que está deconstruyendo la Cuarentena) a una sociedad convivial de sustentación de toda la vida con un consumo frugal y solidario. Transitaremos de una cultura de acumulación de bienes materiales, a una cultura redistributiva en la que los bienes intangibles como la solidaridad, la justicia, la cooperación, los lazos afectivos: la Ch´uyma, será el cemento de las inter relaciones. He modulado esta posibilidad en mi texto: Economías de la Madre Tierra. Explorando los fundamentos de la abundancia femenina de lo bello y necesario, para llevar una vida buena en esta época de Transición planetaria.

Novena. No sabemos qué tendencia predominará. El ser humano es complejo y contradictorio y se mueve, tanto por la benevolencia, como también por la brutalidad. Aprenderá, a través de errores y aciertos, que la mejor configuración para la coexistencia humana, con todos los demás seres de la Madre Tierra, debe estar guiada por la lógica del propio universo que está estructurada según complejas redes de inter-retro-relaciones. Todo es relación. No existe nada fuera de la relación. Todo se ayuda mutuamente para seguir existiendo y poder co-evolucionar. El propio ser humano es un rizoma de relaciones en todas las direcciones.

Decima. La pandemia actual representa una oportunidad única para repensar la forma en que habitamos la Casa Común, el modo en que producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza y con nuestros prójimos. Ha llegado el momento de cuestionar las virtudes del orden del capital: acumulación ilimitada, competencia, individualismo, indiferencia ante la miseria de millones. Todo esto, ahora, ha sido puesto en jaque por doña Covid, como nunca antes. Todas estas ideas están más explayadas en los tres tomos de mi libro: Pasos hacia una Biosofia del Vivir Bien.

Reduccionismo

Javier Medina

El enfoque reduccionista es un buen parámetro para evaluar en qué Paradigma científico nos encontramos, como humanidad: qué hace masa crítica, al margen de nuestros buenos deseos. Las políticas públicas globales, emanadas desde la OMS, la ONU, todos los Estados del planeta e incluso las universidades y sus laboratorios, es reduccionista a más no poder. Todo está centrado en el virus: el problema, y la vacuna: la solución. La Big Pharma se frota las manos desde atrás de bambalinas y las importadoras se mueven con frenesí en las sombras del sistema.

La escuela les ha enseñado a considerar al virus en sí, aislado, fuera de cualquier contexto. Este enfoque, en teoría, ya no debiera estar vigente, si las curriculae estuvieran actualizadas al nuevo paradigma científico, cuya afirmación esencial es que todo está relacionado con todo y nada existe fuera de la relación…: ni el coronavirus. Son poquísimos los que se refieren a la naturaleza: al contexto: a la trama de interrelaciones.  Digamos que los mass media no amplifican y divulgan este punto de vista. Está claro, que el objetivo es otro: crear miedo en la población para imponer el Transhumanismo.

Dos botones de muestra de lo que debieran recalcar y repetir los mass media, sobre todo en la televisión:

Vandana Shiva, física, filósofa y ambientalista hindú, lo resume bien: “A medida que se destruyen los bosques, a medida que nuestras granjas se convierten en monocultivos industriales (…) y nuestras dietas se degradan a través del procesamiento industrial (…) y de la ingeniería genética (…), nos hemos empezado a conectar a través de la enfermedad, en lugar de estar conectados (…) a través de la salud y del cultivo de la biodiversidad. (…) Se están creando nuevas enfermedades porque un modelo de agricultura y alimentación globalizado, está invadiendo el hábitat ecológico de otras especies y manipulando animales y plantas sin respetar su integridad y su salud. (…) Todas estas emergencias tienen su origen en una visión mecanicista, militarista y antropocéntrica de lo humano como algo separadosuperior a otros seres, que podemos poseer, manipular y controlar. También se basa en un modelo económico diseñado en la ilusión de un crecimiento ilimitado que viola sistemáticamente los límites planetarios y la integridad de los ecosistemas y las especies”

Lo vuelve a recordar Fritjof Capra, físico y filósofo austro-americano: “La pandemia es la respuesta biológica del planeta: el coronavirus debe ser visto como una respuesta biológica de Gaia, nuestro planeta vivo, a la emergencia social y ecológica que la humanidad ha creado para sí misma. La pandemia surgió de un desequilibrio ecológico y tiene consecuencias dramáticas debido a las desigualdades sociales y económicas; la justicia social se vuelve una cuestión de vida o muerte durante una pandemia como la de la Covid-19; ella sólo puede ser superada por medio de acciones colectivas y cooperativas”

No podemos, no darnos cuenta que la Covid es el resultado del tipo de civilización que el monoteísmo ha ido creando, a lo largo de milenios, desde cuándo Gilgamesh y Enkidu parten a deforestar los bosques del Líbano para construir la ciudad de Uruk, y, sobre todo, de los últimos siglos, a partir de la revolución industrial, y que ha adquirido hegemonía mundial bajo el sistema de producción capitalista, que empieza en Sumer, en desmedro de la circulación de los dones y contra dones. La obsesión de este sistema es colocar el lucro por encima de todo: de la vida, de la naturaleza, de cualquier otra consideración. Su ideal es un crecimiento ilimitado de bienes materiales, en la suposición de que existen bienes y servicios también ilimitados de la Tierra. Un planeta finito no puede soportar un proyecto de crecimiento infinito. El Animismo no conoce nada semejante a esta locura.

Es triste constatar que la humanidad no va pari pasu con la ciencia y la espiritualidad contemporáneas. Es también trágico constatar el fracaso del sistema educativo mundial que no acaba de ser consciente de su fracaso, a juzgar, primero, por su silencio ante el manejo de la Pandemia y, segundo, por las medidas sólo instrumentales que está tomando: educación on line, a distancia, semipresencial…sin mencionar los contenidos que tienen que ver con el colapso civilizatorio. Lo que han aprendido en las Normales ya no sirve para el mundo post pandemia. Ha quedado obsoleto. Seguro que se dan cuenta de  ello, pero, ante la ceguera de los ministerios de educación, prefieren el silencio. El desconcierto y la impotencia, generalizados y globales, no se pueden ocultar. Claro, las inercias de masa seguirán; no se puede, de la noche a la mañana, licenciar a todo el magisterio. ¿Qué de los párvulos, niños, adolescentes y jóvenes? Las preguntas han sido cambiadas por doña Covid; las respuestas, largamente estereotipadas, ya no sirven. Es fácil imaginarse la perplejidad. No es cuestión de echar culpas y politizar. Estamos fregados. Es inocultable observar cómo se auto demuele y cae, en cámara lenta, el sistema informativo y educativo del monoteísmo. Me duele profundamente, a sabiendas que es el causante de la actual entropía del sistema mundo. Lo que no pudieron las reformas educativas, lo está pudiendo doña Covid. Esto es lo digno de pensarse.

Sólo un Virus, en verdad, podía llevar a cabo esta media necesaria, para prepararnos a un nuevo ciclo de la Naturaleza, un Pachazoico, esta vez en la polaridad animista, haciendo masa crítica, con nosotros como parte de la trama de la vida.

En efecto, la Forma Escuela estuvo diseñada para que la humanidad escolarizada avance sobre la naturaleza, la deforeste, contamine suelos y aires, devaste ecosistemas enteros para expandir el agro-negocio, la minería, extraer riquezas naturales, disponer de más proteínas animales, más granos como la soya y aumentar así el lucro personal o corporativo. En nuestro caso, los exalumnos de La Salle, Maristas, Salesianos, Jesuitas y, a su ocaso, los egresados del Instituto Americano, Colegio alemán, el Franco boliviano, Calvert… son los que están piloteando la quema de la Amazonia boliviana, con el obsequioso silencio y complicidad de Prelaturas y Vicariatos. Vacariatos llamaba Xavier Albó a esas extensas estancias misionales deforestadas hace ya décadas. Desarrollo en vez de Salvación.

Esta agresión sistemática, a nivel global, ha recibido una respuesta, también global, de Gaia: la exacerbación del clima, con calentamientos y enfriamientos incontrolables, eventos extremos y, principalmente, una gama diversificada de virus mortales. Estos virus estaban tranquilos en la naturaleza, en los animales o en los árboles. La ampliación de la frontera agrícola, los incendios forestales, ha destruido sus hábitats naturales. Para sobrevivir, estos virus pasaron a otros animales o directamente a los humanos.

Son estos virus, rota la cadena trófica, los que están poniendo en crisis al sistema de acumulación capitalista. No la Revolución, como creímos a partir del Manifiesto Comunista.

¿Qué sería una visión no reduccionista de nuestro planeta? Pongo el ejemplo del concepto, Planetary boundaries, desarrollado por Johan Rockström, del Stockholm Resilience Center  y publicado en la revista Ecology and Society, bajo el título de “Límites planetarios. Explorando el “espacio operativo seguro para la humanidad”.

Los Límites planetarios demarcan un espacio para el desarrollo sostenible desociedades basado en la ciencia, en el cual el riesgo de cambios fuera de control o no deseables del Sistema Tierra, permanece muy bajo. Actualmente existen nueve Límites planetarios que han sido posible de identificar: cambio climático, entidades novedosas, depleción estratosférica de ozono, carga atmosférica de aerosoles, acidificación de los océanos, flujos biogeoquímicos, uso de agua dulce, cambio del sistema suelo y integridad de la biósfera.

Cuatro de los Límites planetarios ya han sido pasados: cambio climático, integridad de la biósfera, flujos biogeoquímicos y cambio del sistema suelo. La presión sobre estos y los demás límites está aumentando cada vez más. Lo ilustra el siguiente diagrama.

Otro ejemplo no reduccionista. El 22 de agosto de 2020 ocurrió lo que los ecólogos llaman la Sobrecarga de la Tierra:  el Earth Overshoot Day.  Esto significa que la despensa de la Tierra, donde están guardados todos los insumos renovables para la reproducción de la vida, ha quedado vacía por este año. Tendremos menos suelos fértiles, menos cosechas, menos climas adecuados, menos agua, menos nutrientes, menos aire puro, más suelos fértiles, etc. Debido a la cultura capitalista de «consumo sin límite», hemos consumido ya un planeta entero y un poco más de la mitad de otro que no existe. Como no queremos reducir el consumo, sino hacerlo crecer aún más, extraemos a la fuerza lo que la Tierra ya no tiene. La consecuencia es que más personas se enriquecerán con la escasez, una gran parte de la población pasará hambre, no tendrá acceso a lo mínimo de la vida. La Tierra no permanece indiferente, siente el golpe y se defiende, enviándonos tifones, tormentas, tsunamis y sus armas: la gama de virus letales. H aquí un gráfico que muestra la escalada

Earth Overshoot Day 2020 Delayed by Three Weeks Due to Coronavirus |  Climate Protection | RESET.org

Progresión gráfica del día de sobregiro de la tierra por año desde 1970 hasta la actualidad. Nótese la diferencia de tendencia en 2020 debido a la pandemia.

La Covid-19 es la respuesta de la Tierra viva, una señal que ella nos está dando, poniendo en jaque a todo el planeta y no sólo a partes de él como antes el ébola, el SARS, la fiebre porcina, la fiebre aviar y otros. ¿O fueron ensayos generales previos? Los comentarios y vaticinios de los Arcontes pareciera que así lo hacen suponer. ¿Nada es lo que parece? ¿Todo es lo que es?

Tenemos que leer la Covid-19 con una señal de alarma que nos envía la Madre Tierra.

Thanatos

Javier Medina

Hasta donde entiendo, me distancio de una lectura solamente lineal, pivotada sobre la noción de Tiempo, que es siempre secuencial y progresivo, también en la interpretación de lo que, para entendernos rápidamente, llamaré la Historia de la Tierra. Siguiendo la polaridad Onda / Partícula, en el holón que nos corresponde, distingo dos extremos, que incluyen a su polaridad opuesta, pero la dosificación de las energías hace masa crítica en una de dichas polaridades: ora Bosón ora Fermión.

Conceptualmente llamo animista al campo de fuerzas basadas en las energías bosónicas de la colaboración, el cuidado, lo femenino matriarcal. Y denomino monoteísta al campo de fuerzas basado en las energías fermiónicas de competencia, explotación, lo masculino patriarcal. Las energías animistas todavía las podemos conocer en las comunidades amerindias de los andes y la amazonia; las fermiónicas en las ciudades. Pronostico que, después del frenazo producido por doña Covid, el péndulo de la vida irá disminuyendo las energías patriarcales e irá aumentando las energías matriarcales. Este es mi mapa de lectura.

En el gran periodo animista (que no ha fenecido, como se piensa desde una perspectiva pre einsteiniana) el ser humano cultiva tres tipos de relación con la naturaleza. El primero: interactúa armoniosamente y toma lo necesario para vivir. El segundo, utiliza instrumentos para intervenir en la naturaleza y garantizar mejor su sustento. El tercero: inventa la agricultura con la crianza de la tierra, el agua, las semillas, animales y, sobre todo, el manejo ritual del clima que activa la interconexión mente-biosfera. Todo esto, para el patriarcado, es subdesarrollo y pobreza.

En el periodo monoteísta, la focalización en las energías fuertes, va a producir un láser que va a empezar, lentamente, a producir un desencantamiento del mundo: la lucha contra la idolatría, que se va a expresar en un incremento de la agresión, tanto a la naturaleza como a los otros, sobre todo a la mujer. El patriarcado entenderá este proceso positivamente, como desarrollo y progreso. A partir de las revoluciones industriales esta tendencia se desarrollará exponencialmente. Utilizando todo tipo de maquinaria, incluidos autómatas e inteligencia artificial, el homo technologicus perpetra una agresión sistemática a la naturaleza, para extraer de ella todos los recursos para su comodidad y también para la acumulación de riqueza material. Esta guerra de agresión se ha llevado a cabo en todos los frentes: en el suelo, en el subsuelo, en el aire y en los océanos. También se ha entablado entre los seres humanos. Fíjense cómo estas guerras intestinas se dan sobre todo entre los hijos de Abraham, hasta el día de hoy. ¿Por eso será considerada sagrada, separada, la Tierra Santa? Los animistas conocen el Tinku y practican la Reciprocidad negativa, que es otra cosa. No está, en su software, la noción de Endloesung.

Michel Serres, La Guerra mundial, describe la historia de estas agresiones, tanto a la naturaleza como a lospropios seres humanos. Según sus datos, desde tres mil años antes de nuestra época hasta el presente, es decir, desde que emerge el Monoteísmo patriarcal,justamente, han muerto en conflictos tres mil ochocientos millones de seres humanos. Sólo en el siglo XX fueron 200 millones.El homo monotheisticus es la mayor amenaza para la vida en la Tierra. Con los medios de destrucción que maneja ha demostrado ser una máquina de muerte. Un dato reciente, en 2019 se invirtieron 1 billón 822 mil millones de dólares en armas letales.

Tan impactante es la huella del monoteísmo sobre el planeta que una buena parte de la comunidad científica ha propuesta denominar Antropoceno  a esta época geológica para suceder al denominado Holoceno, debido al significativo impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres; es decir, el ser humano como la gran amenaza a los subsistemas de vida de Sistema Tierra.

El Antropoceno fue usado, en el año 2000, por el premio Nobel de química Paul Crutzen, quien considera que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra en las recientes centurias ha sido significativa y, en los hechos, ha constituido una nueva era geológica. Esta propuesta, que proviene de la ciencia, es todavía, más que una teoría, una declaración política; pero muy convincente  y obvia, por otro lado.

La intensidad del proceso letal es tan grande que Leonardo Boff está hablando del Necroceno, es decir, de una era de producción industrial de la muerte. Ya estamos dentro de la sexta extinción masiva. Ahora se ha acelerado, dada la voluntad de dominación de la naturaleza y de sus mecanismos de agresión directa a Gaia, en función de un crecimiento ilimitado, de una acumulación insensata de bienes materiales hasta el punto de haber sobrecargado a la Tierra.

En otras palabras, hemos llegado a un punto en el que la Tierra no consigue reponer los bienes y servicios naturales que le fueron extraídos y comienza a mostrar un proceso avanzado de degeneración a través de tsunamis, tifones, descongelación de los casquetes polares y del permafrost, sequías prolongadas, inundaciones, incendios, tormentas de nieve y la aparición de bacterias y virus difíciles de controlar.

No es insensato ver en estos eventos reacciones de la Tierra. Crece cada vez más la percepción general de que la situación de la humanidad no es sostenible. De continuar con esta lógica perversa se va a construir un camino que lleva a nuestra propia desaparición.

Lo peor ya está viniendo: el Transhumanismo de la IA autónoma. Con los algoritmos, que combinan miles de millones de informaciones recogidas en todos los países, las máquinas pueden tomar decisiones, sin que nosotros lo sepamos. Me temo que, dada la complejidad y cantidad de información procesada, ya no podemos evitar el haber perdido el control. Los programadores lo saben y callan. El Golem ha devenido más complejo que el hombre mismo. Es lo que Leonardo Boff llama el Principio de Autodestrucción. Thanatos.

Pero, afortunadamente, hay también un Principio de Autopoiesis, como la llama Humberto Maturana. Eros. Tenemos que evolucionar todos, pues formamos una comunidad de destino con la Madre Tierra. Cuidar nuestras formas de convivir en paz, solidaridad y justicia; cuidar nuestro medio ambiente para que sea un ambiente completo, sin destruir los hábitats de los virus que provienen de animales o de los arboro virus que se sitúan en los bosques.

¿Y qué, después? ¿Menos monoteísmo y más animismo?

Javier Medina

El Principio lógico de No contradicción, que rige nuestra programación civilizatoria, escolarizada, nos está impidiendo observar con lucidez y realismo la situación actual. Para unos, desaparece el Capitalismo; para otros, volvemos al Comunismo; un capitalismo y comunismo verdes. Aparte que, conceptualmente, son lo mismo. Dos matices del Monoteísmo (tanto monta secular que religioso), interpretados, ora desde el Estado, ora desde el Mercado. En realidad, la polaridad económica, considerada desde la física cuántica, es Capitalismo fermiónico: monoteísmo / Reciprocidad bosónica: animismo. Y aquí viene mi gran desmarque respecto de progresistas y conservadores, revolucionarios y reformistas e incluso anarquistas. Ambas energías: el Capitalismo y la Reciprocidad no van a desaparecer; solo dosificarse de otra manera. Este es mi punto de vista. Si el espacio-tiempo es curvo; si el universo pulsa en sístole y diástole, ahora toca un ciclo en el que la Reciprocidad bosónica va a hacer masa crítica, lo queramos o no, pues el Conatus spinoziano vale también para la natura y la cultura e, incluso, para la divinidad, como sostuvieron los cabalistas de Safed: Luria, Vidal, Cordovero: el Tzimtzum צמצום.

Dejemos las dicotomías excluyentes o alternativas, pero, antes, atinemos en la naturaleza de la polaridad. Nuestra ceguera voluntaria frente al Animismo, no nos ayuda a ubicarnos con realismo hacia adelante. El Principio de Unidad vale en los holones superiores o en el Todo/Uno. En este holón, rige el Principio de Paridad y complementariedad. Simplifico. Pero si no nos aclaramos en esto, no vamos a dar pie con bola.

Claro que después de este parón del sistema mundo, ya no va a ser posible continuar el proyecto moderno del capitalismo/socialismo, como modo de producción, aunque se escale hacia la IA del Transhumanismo; ni el neoliberalismo como su expresión política. Un mundo dominado por la IA exuda, de sí, un sistema político totalitario y, a saber, inexorablemente. Y el capitalismo/socialismo sino crece, implosiona; también inexorablemente. Y, desde el Informe del Club de Roma sabemos que hemos tocado límites. El Algoritmo, como el Dios monoteísta, sabe mejor que nosotros, dónde estamos y lo que necesitamos. ¿O no nos hemos dado ya cuenta, los que usamos, por ejemplo, el Google y el smarth phone?

En cualquier caso, lo que nos está “salvando”, ahora, en esta Cuarentena, no es la competencia, sino la cooperación; no el individualismo, sino la interdependencia de todos con todos. Eso no es comunismo/socialismo, ni caridad cristiana, basada en la unilateralidad condescendiente y libérrima de la Gracia. Es Reciprocidad, Ayni:  dar/ recibir/devolver: la crecida del don. Dicho provocativamente: es Animismo.

Si no tenemos claro esto, los revolucionarios y altermundistas van a seguir frustrándose con lo no desaparición del Capitalismo. Ahora bien, el verso, de que no hay alternativa al capitalismo, es una falacia. Nunca se trata de O lo uno o lo otro, sino de Tanto lo uno como lo otro; mejor dicho, lo que hay es complementariedad y dosificaciones contextuales de capitalismo y reciprocidad. Lo que sucede es que, ahora, el eje de rotación (de la tierra y de la sociedad humana) empieza a regresar a la otra polaridad. Tal mi sospecha. El trompo terráqueo oscila hacia la polaridad femenina.

Pero vayamos al probable gran aprendizaje que estamos haciendo como humanidad. Deseo creer que hemos descubierto que el valor supremo es la Vida, no la producción, consumo y acumulación de bienes materiales. El complejo militar-industrial, la punta de lanza de este sistema patriarcal, capaz de destruir varias veces la vida en la Tierra, ha demostrado su inocuidad, frente a un “enemigo” microscópico, invisible, que amenaza, sin embargo, a toda la humanidad. Es como querer matar un mosquito con un misil. ¡Claro! Una visión antropocéntrica y reduccionista no tiene el software para poder leer este tipo de información. Los animistas amerindios, por ejemplo, tienen toda una tecnología ritual para relacionarse y manejar este tipo de eventos. Saludar, recibir, agasajar, agradecer y pedirle al hermano virus que se vaya. Eso, justamente, es idolatría. No está en nuestra programación neuro simbólica y emocional, ni siquiera podemos imaginarlo. Pero, he aquí, que la Bolivia profunda así funciona, en su intimidad.

Dado que el virus proviene de la naturaleza, el confinamiento doméstico, nos ofrece la oportunidad de preguntarnos: ¿cuál fue y cómo debe ser nuestra relación con la naturaleza y, más en general, con la Tierra como Casa Común? La medicina y la técnica, aunque   necesarias, no son suficientes. El montaje policial para mantener el encierro, lo mismo. Algo, empero, en esta impresionante puesta en escena global: sofisticada ingeniería social bajo trauma, no cuadra; algo no es proporcional. Pero, he aquí que este tipo de preguntas, a estas alturas, ya es superflua. La nueva realidad ya ha sido creada por los mass media.   El punto es que, si no cambiamos la programación reduccionista y antropocéntrica, nuestra relación con la Tierra, no va a poder cambiar, a pesar de las evidencias que estamos experimentando en mente y cuerpo y sobrevendrán mayores e impensables calamidades. Hemos rebasado el primer umbral crítico. A la vista está.

Sucede que, al parecer, la mayoría de la humanidad y de los jefes de estado no son conscientes de que ya estamos dentro de la sexta extinción masiva. Hasta ahora, los monoteístas, no nos sentíamos parte de la naturaleza, ni tampoco como su parte consciente. En cualquier caso, nuestra relación con ella no es la relación que se tiene con un ser vivo, Gaia, que tiene valor en sí mismo y del cual nosotros somos parte. No, la tradición abrahámica nos ha enseñado que estamos encima de ella y un poquito más abajo que los ángeles. Nuestra misión es explotarla y, a saber, violentamente, hasta el punto de que, ahora, el 60% de los suelos han sido erosionados, en la misma proporción los bosques húmedos, y causamos una asombrosa devastación de especies, entre 70 y 100 mil al año. Esta es la realidad vigente del antropoceno y del necroceno. Esto es cumplir el mandato del Genesis de dominar la tierra. De seguir esta ruta, vamos al encuentro de nuestra propia desaparición. Pero, ay, no queremos reconocer que hemos equivocado el camino.

Si no somos suicidas, no tenemos otra alternativa que hacer una metanoia, μετανοία, o como dice el Papa Francisco, una conversión ecológica radical. En este sentido, el coronavirus no es una crisis como otras, sino la oportunidad para crear y establecer una relación interpersonal, amistosa y cuidadosa con la naturaleza.

 ¿Cómo implementarla en un mundo que está basado en la explotación tecno-económica de todos los ecosistemas? No tenemos respuestas listas. En Bolivia algo hemos avanzado… Sospecho, empero, algunas vías: las respuestas no van a venir de arriba, sino de abajo: desde la búsqueda del balance masculino-femenino al interior de cada uno de nosotros mismos. En aymara a este sujeto se le llama Jaqi y, en quechua, Runa. En los idiomas indoeuropeos no existe esta noción: o se es varón o se es mujer, pero no una dosificación contextual, multi relacional y variable de ambas energías. De aquí deriva el desbalance ontológico de esta civilización. Este enfoque, en cuatro niveles holónicos, lo he modelado en mi Tractatus oecologico-politicus, Amazon. Les remito a él, para más detalle. Otra vía: los últimos serán los primeros; es decir, la demolición será más fácil y rápida donde el monoteísmo capitalista sea más frágil y superficial. Será a la mala, donde la gente no esté dispuesta a renunciar a las conquistas sociales, políticas y económicas, producidas por este capitalismo/socialismo, a costa de la naturaleza y el tercer mundo. Otra sospecha. Mario Torres, Suma Qamaña y Desarrollo, sostenía que el Vivir Bien no es posible en las ciudades…ahí la dejo.

En cualquier caso, lo peor que nos podría pasar sería, después de la pandemia, volver, mental y voluntaristamente, a lo de antes: las fábricas produciendo a todo vapor, las ciudades consumiendo desaforadamente, volver a los años locos que siguen a las crisis políticas y cracs financieros y, en el tercer mundo, a rebuscárselas mientras las transnacionales saquean sus recursos estratégicos y sus elites asaltan la nave del Estado.

La humanidad se verá forzada a desaprender y a reinventarse. Pero hay que reconocer que esta conversión no puede ser repentina, sino gradual.

El punto esencial e irrenunciable es una nueva concepción de la Tierra, ya no como un mercado de negocios que nos coloca como sus señores fuera y por encima de ella, sino como un supe organismo viviente, un sistema auto regulado y auto creador, del que somos precisamente su parte consciente y responsable, junto con los demás seres. Este paso requerirá una nueva mente y un nuevo corazón, es decir: ver a la Tierra de manera diferente, y sentir con el corazón nuestra pertenencia a ella y al Gran Todo. Unido a ello, tomar conciencia de la inter-retro-relación de todos con todos y una responsabilidad colectiva frente al futuro común. Sólo así llegaremos, como pronostica la Carta de la Tierra, a “un modo de vida sostenible” y a una garantía para el futuro de la Vida y de la Madre Tierra.

El momento actual de recogimiento social, puede significar una especie de retiro reflexivo, sintiente y cordial, para empezar a cambiar.

Autor: Javier Medina

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