La papa como metáfora de la civilización andina

1. Amqa / qama

Conviene empezar con la definición estándar de un diccionario. Transcribo la del Diccionario de la Lengua, de la Real Academia Española, vigésima segunda edición, para, por contraste, entender la compresión aymara de la amqa: papa, cuyo espejo: qama, por notarikon, significa energía y fuerza: amqa / qama. Esta sofisticación kabalista no la tiene la palabra castellana. “Patata: planta herbácea anual, de la familia de las Solanáceas, originaria de América y cultivada hoy en casi todo el mundo, con tallos ramosos de cuatro a seis decímetros de altura, hojas desigual y profundamente partidas, flores blancas o moradas en corimbos terminales, fruto en baya carnosa, amarillenta, con muchas semillas blanquecinas, y raíces fibrosas que en sus extremos llevan gruesos tubérculos redondeados, carnosos, muy feculentos, pardos por fuera, amarillentos o rojizos por dentro y que son uno de los alimentos más útiles para el hombre”. A esta Entrada le caracteriza una descripción taxonómica “objetiva”, por tanto, exterior, cuantitativa y utilitaria.

Para los animistas andinos, en cambio, la amqa, la papa, es un ser vivo, energético, no un producto, un objeto inanimado, como para los monoteístas occidentales. La metáfora que les sirve para suscitar y organizar el sentido del mundo es la del parentesco que tiene una obvia ventaja respecto de la metáfora sujeto / objeto del Occidente moderno: suscita una ética de responsabilidad ecológica que, hoy, en tiempos del Calentamiento Global, es de vida o muerte para la humanidad, como insiste Al Gore. Desde este punto de vista, comprenderemos mejor por qué la papa es entendida como una persona, igual que todos los demás seres que viven en el universo: la tierra, las plantas, los frutos; el agua, el granizo, el viento; el sol, la luna, las estrellas. Todos son sentidos como miembros de una gran familia cosmo biológica. Todo vive en el mundo andino y todo tiene derecho a la vida: lo cultivado y lo silvestre, la salud y la enfermedad. No conocen nuestra unilateralidad de apostar por una, digamos las “buenas yerbas”: el Bien, y estar en contra de las “malas yerbas”: el Mal: ¡Herbicidas para ellas! La familia humana se prolonga hacia el ayllu de la vida vegetal, hacia el ayllu de la vida mineral, hacia el ayllu de los ancestros que interactúa desde el plano astral. Tres Universos Paralelos que los occidentales podemos entender mejor desde la física cuántica. En esta constelación familiar cósmica se inserta la papa, para sus criadores. Es, pues, un nodo del sistema neuronal del universo.

Es conocida la famosa definición de Organización de los biólogos de la cognición Varela y Maturana, que ha hecho suya la ciencia del nuevo paradigma: una red autopoiética por la que circulan conversaciones y emociones que coordinan nuestras acciones. Pues bien, el modelo aymara es una magnífica explicitación de este novísimo punto de vista.

Para ello nada mejor que oír a los propios aymaras. Empezaré, pues, citando (y condensando) a un criador andino: don Santos Vilca Cayo. Dice así: “Bueno, la papa, como una persona, necesita de todo. Yo con mi esposa siempre estamos preocupados de la papa. Para ella tenemos que prepararle la tierra; luego, alistamos guanos para efectuar la siembra. Cuando llega su época, con mucho cuidado tenemos que tratar las semillas, porque en esta época va a entrar a una etapa de ser madre y lo mismo que nosotros, va a tener hijas. Entonces necesariamente hay que brindar vestidos, que consiste en dar tierra a las plantas de papa y cuidar de su salud. Criamos con mucho cariño y respeto; así ellas también nos criarán”. Persona, Pareja, Cuidado, Criar, Cariño, Respeto, Reciprocidad. He aquí algunos de los conceptos señeros de la tecnología simbólica andina que la humanidad tendrá que aprender si quiere sobrevivir a la catástrofe medio ambiental. Don Santos nos cuenta a continuación cómo se crea esa red autopoiética por la que fluyen conversaciones y emociones para coordinar la crianza de la vida: “El pago se prepara en dos partes; una es para las ispalla (espíritu madre de la papa) y el otro es para el marani (espíritu cuidador del tiempo-clima). Para la ispalla, tenemos que invocar a todos los productos como papa, cebada, maíz, arroz, plátano, avena, trigo, ajara y otras crianzas. Pero siempre inicia la ispalla. Llamamos a todos los productos por sus nombres propios. (…) Luego convocamos a todos los productos de la selva; iniciamos con el café, luego la walusa, la yuca, el camote, la racacha; después el girasol, garbanzo, lenteja … así a todos los productos llamamos. Luego hablamos al plátano, la palta, granadilla, zapallo (…) Para marani preparamos así: llamamos a todos los animales para que tengamos mucho ganado. Iniciamos con las ovejas, luego vacas, llamas, burros, chanchitos, los cuyes, gatos y también para los perros. Todos los ganados que tenemos son importantes, por eso invocamos para que se incrementen más. También hablamos a los gusanos que cortan los tallos de la planta de la papa. A estos les decimos: laq´itu tu te vas a ir, no vas a sacar los tallos de las plantas de la papa; para ti hay pastos, eso tienes que comer. Andate a los yungas, en allí vas a pasar tu vida porque en aquí algunos te pueden quitar la vida; nosotros tenemos zorrino, el te puede sacar y comer. Al zorrino le encargamos diciendo: ipalita, tu no vas a escarbar a las chacras porque puedes malograr los cultivos. Así diciendo, encargamos a estos animales a los achachilas; también les suplicamos a los luwaranis y hacemos presente los daños que causan estos animales. Decimos a los achchilas: padres, ustedes están pagados, no suelten a los chanchitos porque pueden dañar. Pagamos también al zorro y le decimos: tu nos vas a avisar bien sobre cómo va a ser la campaña agrícola. Tampoco tienes que comer a las ovejitas, porque tu tienes a tus cuyes grandes; eso vas a estar comiendo y así nadie te va a molestar. A los achachilas decimos: Te estamos pagando; cuida nomás a tus perros; nosotros de repente podemos maltratar o matar; eso no sería bueno. Tu te puedes molestar, por eso te estamos pagando. Luego pagamos a la totora, a los pescados del lago. A ellos decimos: ustedes nos han criado cuando no había producción, esto es tu pago. Luego pasamos a efectuar el pago a las flores y les decimos: ustedes flores: florezcan, así nosotros también floreceremos; no te vayas a marchitar, nosotros podemos marchitarnos igual; tu haces alegrar a todos. También ustedes flores van a ser grandes medicinas y con ustedes nos vamos a curar y van a alegrar nuestros corazones. Después pagamos a las enfermedades; les decimos: usu mallku, tu y nosotros y todos somos hijos de la Pachamama; tu te vas a ir a otros lugares; usu qapaja, en ahí nadie te va a molestar; diciendo esto le pagamos porque usu qapaja trae las enfermedades. Ellos también tienen derecho de comer, por eso hay que dar de comer”. Lo que conecta estos universos paralelos es la conversación y el cariño que se condesan en los rituales que ponen en escena las leyes de la reciprocidad y la complementariedad. Todos se necesitan mutuamente. Este es el gran olvido de Occidente: el olvido de la relacionalidad del ser por su apuesta unidimensional por la Substantia, prestidigitada por el alfabeto fonológico: la atomización del flujo sonoro de la palabra.

Esta concepción dialógica de la existencia se sofistica en los cuentos que narran los orígenes y trajines de la papa y en el que intervienen los abuelos, los cóndores, los zorros, la araña, el loro: significantes todos de una gramática de la creación que tiene un orden en el ciclo cosmológico de la crianza aymara de la vida. El Cariño convierte estos cuentos en cantos que los criadores andinos ofrecen a la papa a lo largo de toda su ciclo vital, como endechas e incluso saetas que la emoción de verlas crecer les arranca del corazón. Hojas de oca, hojas de papa / Flores de mistura // El mayora de ese wayñu ¿dónde está? / Flores de mistura. Es imposible no oler el aire de un haiku japonés en esta poética animista del Continuo. La endecha se complejiza en las flautas y pinkillus que, una octava más arriba, juegan a papas musicales que acompasan las labores culturales creando una mística tipo zen: una meditación comunitaria en movimiento de comunión con el misterio de la vida. Este logos spermatikós cantado, pasa a energeia a través de las ofrendas a la papa: acullico, ch´alla, sahumerio, wilancha en los momentos de siembra, brote, florecimiento, cosecha y ofrenda, en Candelaria, Carnavales y Espíritu. Todos estos elementos, desde el arquetipo textil, crean un lenguaje esotérico donde brilla la Paridad y, por ende, la Complementariedad; los verbos usados en el lenguaje ritual esconden los tesoros de una manera energética de entender el pestañeo que somos en el inconmensurable fluir de la sangre por el cosmos: metáfora del fuego y el agua, el éter y la tierra. Este logos spermatikós energetizado florece en una narrativa que Denise Arnold llama “Metafísica materna”; me gusta más, empero, la metáfora de Maturana: “Cultura matríztica”. Como quiera que fuese, Denise Arnold lo explica insuperablemente: “Las papas, siendo tubérculos, crecen dentro de la tierra y se dice que están bajo el control de la luna. Ésta en aymara se llama p´´axsi y es femenina. También se la llama P´´ axsi Mama: la Madre Luna. Las ideas contemporáneas sobre el origen de la papa están estrechamente relacionadas a nociones con respecto a los antepasados y a sus lugares de entierro, y con un mito lunar acerca de la creación, una cosmología y periodicidad lunar, todo relacionado íntimamente con la anatomía de la mujer. Los vientos traen las lluvias de temporada, que tornan roja la tierra. La tierra pegajosa se compara a la sangre de las mujeres. Y es la acción fertilizante de esta sangre fresca que primero “agarra” y luego hace crecer las papas semillas dentro de la tierra. La sangre menstrual de las mujeres se llama p´´ axsi wila, es decir, “sangre lunar” o “sangre mensual”. El ritmo del cultivo de la papa está señalado por los nodos de la oscuridad de la luna (jira) y la luna llena (urt´a) así como también el flujo de la sangre menstrual de las mujeres por el poder fecundante del viento, como aliento. Se dice que la sangre, como sustancia ancestral, pasa sólo por las mujeres, y este flujo de sangre y su reactivación periódica en el ritual, como por ejemplo en el marcado de los animales, genera la reproducción de la wila kasta o línea sanguínea, de lazos maternos de parentesco a través del espacio, entrelazadas como una telaraña”.

La papa, como todo ser vivo, es macho y hembra; tiene ancestros: papas padre y papas madre; papas abuelos y papas abuelas. Con sus criadores humanos, la papa también entra en relaciones de parentesco. Los aymaras crían a la papa como si fuera una hija; dicen que la papa congenia mejor con las mujeres, consideradas pachamamas que regeneran la vida; por eso se encargan de las semillas que son las que regeneran los cultivares. Los aymaras consideran a las semillas como madre y como nuera, cuando viene de otras chacras, por eso, les brindan comida, calor, cariño, salud, ánimo, afecto; la visten por medio del aporque; brindan con ella a través de la ch´alla y la hacen participar en las danzas, cargándolas y bailando con ellas en las fiestas. Al criar a la papa, sistémicamente, se cría también el agua, los suelos, el microclima y los animales; es decir, la crianza de la papa implica la crianza de la totalidad del paisaje. Oigamos, mejor, a una criadora andina: doña Juliana Hanco Chambi: “Cuando iniciamos la cosecha siempre nos calentamos las manos y decimos: ispalla mama, te damos gracias por las bendiciones que nos has dado con estas qepas (compara la papa con la trama textil). Nosotros, tus hijos, vamos a estar bien. Diciendo estas palabras, nos calentamos las manos con mucho aliento y las acomodamos cerca de la boca y lanzando el aliento decimos: juj, juj que esta chacra produzca harto. Diciendo así, sacamos la primera mata”. Doña Silveria Coaquira nos sugiere un apunte no sólo energético sino emocional que redunda en una ética de la crianza de la vida que no conocemos los monoteístas occidentales. “ Nosotras damos tierra a la chacra, porque sabemos cómo dar tierra a la planta; respetamos a las akawaritas (los estolones). Cuando no se atiende bien la chacra, no produce. Los hombres tienen manos frías. Tratamos a nuestras chacras como a nuestras hijas. Cuando están floreando nuestro corazón se alegra y decimos: ¡qué bonita está mi chacra! A la chacra no hay que ir renegando; ella se enoja y no produce bien”. Este es un universo energético interconectado y, por tanto, hay que saber como interactuar, pues todo influye en todo de modo diverso, de un modo fuerte o de un modo débil. Así, por ejemplo, la relación con la luna puede servir de ejemplo. Los días de luna llena y luna nueva no realizan ningún trabajo en su papal; si se siembra en luna llena, todo se va en puro follaje; si en luna nueva, los frutos se pudren. Las mujeres cuando tienen su menstruación no pisan sus chacras, pues dicen que la cosecha se suele echar a perder; la sangre emite vibraciones de onda más corta. La papa no se debe guardar donde duerme la gente, pues, como dicen, se comen a sus criadores: los enferman. Las semillas deben ser tratadas con más cuidados todavía; la cercanía de la energía masculina les hace daño; la energía femenina no sólo es compatible con las semillas sino que “su mano caliente” les permite diseñar genéticamente el formato de papa requerido a la variabilidad de sus ecosistemas y de sus necesidades. Los occidentales recién estamos aprendiendo acerca de las energías sutiles que conectan todo con todo, gracias a las nuevas tecnologías de sensores, radares, microscopios electrónicos, láser, etcétera. Esta tecnología, que dominan las mujeres andinas, podríamos llamarla high psy agrotechnology.

A diferencia de Occidente que busca la homogeneización, los andinos privilegian la crianza de la biodiversidad, dada la hiper variedad ecosistémica y climática de los Andes. Desde hace milenios, sobre todo las mujeres, practican lo que en cibernética se llama la Ley de Ashby, también conocida como la Ley de variedad requerida, que especifica que un sistema, en este caso el medio ambiente, sólo puede regularse si dispone de mayor variedad, que lo que se genera en lo regulado. O sea, el sistema debe disponer de las opciones apropiadas para todas las contingencias que pueden surgir en su ambiente, que es, justamente, lo que provee la ingeniería genética andina. Escuchemos cómo lo dice un criador aymara, don Antonio Larico: “Desde la cosecha nos fijamos en la diversidad de semillas en cada cultivo y las semillas que parecen como buena variedad las miramos por sus diferentes coloraciones y formas. Las separamos para semilla diciendo: Esta papita me lo voy a guardar en una parte muy segura y cuando llegue la época de la siembra la sembraré. Esta preferencia no hacemos mecánicamente, sino con mucho cariño. Por ejemplo, al escarbar se encuentra una mata que tiene tubérculos con formas muy graciosas, como con alas, parecidas a una paloma o a una muñeca, las levantamos con las dos manos y decimos: ¡Ay! aquí había estado mi wawa ¡Ay qué hermosa! Le da un beso y en una parte segura, donde están los atados, ahí la guarda. Estas papas deformes son conocidas como mamatas y son guardadas para la ch´alla de la fiesta de Espíritu”. Esta es ciencia de futuro, donde lo cuantitativo y lo cualitativo van juntos; donde lo racional y lo emocional no van separados; donde ética y tecnología van de la mano; donde economía y oikonomía ya no están enfrentadas; donde trabajo y juego celebran unas nuevas bodas con la Tierra: Gaia sive Pachamama.

El esoterismo de la papa tiene la misma estructura que el esoterismo de la física cuántica. Comparemos el Átomo compuesto por Onda y Partícula. De modo análogo, los aymaras conocen una papa puquntur mallku, macho i.e. Partícula y una papa puquntur t´alla, hembra, i.e. Onda. Estas dos unidades mínimas de energía son llamadas: papanku, urqu, cuando es macho; papala, qachu, cuando es hembra. Desde el punto de vista del ch´imi jakiri, que Torres y Mamani, traducen como “vida microscópica”, la energía fermiónica se llama q´ita y la energía bosónica: sapaka. El efecto de su conjunción contradictoria es llamada ch´imi ulu, huevo, que fecundado cambia a: katuta, el equivalente biológico del átomo. Homólogo, por cierto, de Jaqi que es el efecto de la conjunción de chacha y warmi, en el caso de los seres humanos o, en el caso de la naturaleza, Uraqi es el efecto de la conjunción de achachila y pachamama. El cristianismo conoce también una puesta del principio contradictorio semejante que llama, sin embargo, misterio: Jesús es dios y hombre al mismo tiempo. Torres y Mamani igualmente nos hablan de una numerología sagrada de la papa que se esconde en la “búsqueda estocástica de la reproducción”, basada en la trialidad, tetralidad y heptalidad y que se pone en escena en el ritual del akhulli de la Coca. En primer lugar, se mastica y ofrecen 3 hojas perfectas de Coca, a la Pachamama y al Achachila, que se llama K´intu. Luego aparece el K´inchu que son 4 hojas perfectas de Coca que, con untu, cebo de llama, se ofrecen a los dioses tutelares de la chacra. Finalmente, 7 hojas afines (la suma de las 3 y 4 anteriores) convoca al Arco Iris, kurmi. El 3 se desglosa como 3.(3×4) = 36; y el 4 como 4.(4×3) = 48; donde 36 parece indicar los cromosomas triploides de la papa luki negra; y 48, los cromosomas tetraploides de la papa Sani imilla blanca. Esta misma ratio numerológica, Torres y Mamani la aplican a la reproducción humana. Esta vez se basa en lo que llaman la unalidad y la heptalidad. 1 dividido entre 7 da 0,142857 que ordenado, por guematria, despliega lo siguiente: 0 14 28 56+1. Los significados de estos números son los siguientes: 0 significa Nada; 14 es el día de fecundación en el mes lunar; 28 es el número de días del mes lunar; 56 es el resultado de multiplicar 7 x 8 que, esotéricamente, significan varón y mujer respectivamente. 0142857 sumados dan 27; 2 y 7 sumados dan 9 que son los meses de gestación. El 7, como ya vimos, nos lleva al concepto de kurmi, Arco Iris que, a su vez, de abre en kurmi mama y kurmi tata; la conjunción de ambas energías lumínicas producen la wiphala cuyas cuadrículas significan “pueblos”.

Cuan lejos están, estas someras insinuaciones acerca de la compleja comprensión andina de la papa, de la definición de un diccionario occidental. La papa, acunada de conversaciones y emociones: cantos, poesía, baile, ritual, meditación, elucubración, es también un alimento para el pensamiento y el corazón.

 

 

2. Ispälla

 

Hasta donde he podido entender, sugiero que el equivalente homeomórfico del Germoplasma de la Genética: protoplasma celular con capacidad regenerativa, que conforma la base de la herencia y se transmite de una a otra generación, en el modelo animista andino, es convocado con el concepto de Ispälla, que Gerardo Fernández Juárez califica de: “Ser sobrenatural responsable de la proliferación de los productos agrícolas en las cosechas; está representado por los productos especialmente grandes y extraños”. Arnold y Yapita abren más el abanico semántico: “Ispalla: Nombre ritual para todos los productos agrícolas en la región de la orilla del lago, especialmente la papa. Ispall juyra: Nombre ritual para todos los productos agrícolas, utilizados en la época de la siembra. Ispall juyr ampara: Nombre ritual para las personas que siembran y siempre hacen producir. Se las considera como el brazo derecho del producto. Ispall Mama: Madre producto, la papa misma. Ispall Tayka: Madre Melliza. Término ritual para la Madre Papa, también llamada Ispa Tayka Ch´uqi. Ispall wawanaka: Criaturas gemelas o mellizas. Ispa warmi: Se dice así a las mujeres que nacieron mellizas. Isp´at´awalla o Isp´at´awall Mama: la Madre Papa. Ispall T´all Mama: En la provincia Omasuyus se llama así a la esposa de una autoridad de la comunidad”. He aquí, pues, la telaraña semántica que, en vez de “definir” hacia el átomo mínimo de sentido, “abre” hacia la red autopoiética de la vida.

 

La primera revolución científico-técnica de la humanidad

Los alimentos que actualmente consume la humanidad provienen de ocho centros de diversidad genética extrema: los Andes, Guatemala-México, Etiopía, Malasia-Java, India-Birmania, China, Afganistán, Cercano Oriente y el Mediterraneo. Como se ve, estos centros de gran biodiversidad, debida a factores de topografia, clima y tecnología, corresponden a los espacios donde florecieron las grandes culturas de la antigüedad.

La cordillera de los Andes es, pues, uno de los principales centros de origen y domesticación de plantas cultivadas. Este proceso comenzó hace unos diez mil años, después de la última gran glaciación que eclosionó, por razones de temperatura, lejos de los polos. Algunas razones que permiten explicar estos orígenes de la agricultura son las siguientes: 1. La variabilidad ambiental, con infinitos microclimas determinados por múltiples diferencias de altitud, relieve y exposición al sol. 2. la atmósfera diáfana de las alturas facilita la acción mutagénica de la radiación ultravioleta. 3. los andinos fueron preponderantemente vegetarianos; eso se modificó con la introducción de la ganadería europea. 4. la pericia del jaqi andino que supo generar y aprovechar esta gama genética para crear un gran número de variedades dentro de cada especie domesticada.

 

La revolución industrial

 

Ahora bien, la historia agrícola moderna, siguiendo el paradigma newtoniano-cartesiano, es también la historia de la reducción de las variedades alimenticias a medida que un número cada vez mayor de hombres se alimentan de un número cada vez menor de especies vegetales. El 95% de la alimentación humana se deriva de no más de 30 plantas. De los 50 principales cultivos (excluyendo las frutas) más de la mitad corresponden a 4 familias.

Así, pues, cada uno de los principales cultivos: trigo, maíz, arroz, papa …, tiene su hogar genético en el Sur. Aunque todo el mundo emplea el germoplasma del Sur, para mantener el abastecimiento alimentario, el Norte depende del Sur para la supervivencia de sus cultivos en el largo plazo. Si pasara algo que redujera dramáticamente la diversidad genética del Sur, sería inevitable una catástrofe alimentaria global. Ahora bien, la destrucción paulatina de los centros de biodiversidad extrema, por el Desarrollismo, está conduciéndonos a una uniformidad genética mayor y, por tanto, a un aumento de la vulnerabilidad de los cultivos alimenticios mundiales. A esta tendencia suicida se le llama “erosión genética” y consiste, básicamente, en la pérdida del germoplasma primitivo domesticado durante milenios por los criadores del Sur: los artífices de la primera revolución científico-técnica de la humanidad: la invención de la agricultura.

 

La destrucción de los Centros de biodiversidad genética

 

¿Qué es lo que ha causado la destrucción de los Centros de biodiversidad genética? En primer lugar la Colonización. En nuestro caso, la Conquista no sólo prohibió el cultivo de algunas especies, en particular las ligadas a la ritualidad andina, sino que impuso nuevos cultivos, como el trigo, la cebada, las habas … a expensas de las especies nativas. También contribuyó a la destrucción de los frágiles ecosistemas andinos, la introducción de una ganadería depredadora: ovejas, cabras … sobre todo, domesticadas para ecosistemas de llanura boreal. Luego, la Extirpación de Idolatrías extirpó a los tecnólogos y genetistas locales que, dada la tecnología simbólica andina: programación ritual neurokinética, basada en software (no en hardware como la occidental: la rueda, el tractor …), no son otros que los yatiris, chamakanis, paqos, qolliris. Después, la Revolución Verde, cuyos logros: aumento de la capacidad productiva de pocas especies, ha provocado consecuencias nefastas e irreversibles en el banco natural de recursos genéticos mundiales: 1. la difusión de variedades mejoradas, se hace a expensas de las especies nativas que tienden a desaparecer. 2. estas mismas variedades vienen acompañadas de un Paquete Tecnológico que modifica los patrones de la agricultura tradicional, garante de la conservación del germoplasma primitivo. 3. los cultivos mejorados necesitan fertilizantes, fungicidas, herbicidas que aceleran la destrucción de las especies no deseadas, llamadas “malezas”, fuentes, por cierto, de germoplasma primitivo. 4. la falta de mercado para los productos tradicionales que no pueden competir con los productos producidos industrialmente.

 

Ciencia occidental monoteísta y Ciencia andina animista

 

El manejo científico de los recursos fitogenéticos, en Occidente, se basa en las Leyes de Mendel; claro, que esta ciencia ha evolucionado hacia la Teoría cromosónica de la herencia y hacia la Genética propiamente dicha; a pesar de ello, sin embargo, la lógica científica sigue siendo la misma, pues se resguarda bajo el paraguas simbólico del monoteísmo, como enseguida veremos. La crianza andina de la Ispälla, en cambio, se basa en un modelo autopoiético de redes de conversaciones y emociones que crían con cariño, cuidado y respeto la biodiversidad de la vida, conectando diversos universos paralelos para que entren en un tinku de equilibrio sistémico: el ayllu de la Sallqa: la comunidad viviente del germoplasma silvestre, con el ayllu de los Waka: la comunidad de los ancestros que manejan las energías, bosónicas y fermiónicas, que posibilitan la vida, con el ayllu de los Jaqi que son los criadores de la Chacra en el aquí y ahora: el microcosmos fractal donde se recrea el Todo en la Parte.

 

Veamos, brevemente, cómo se mira / contempla una planta en ambos sistemas.

 

Analítico versus holístico

 

En el modelo occidental, paso uno, el científico aísla la planta de su contexto; le interesa sólo la planta “en sí”; paso dos, la divide en partes hasta llegar a los cromosomas y los genes; paso tres, este proceso analítico le permite conocer, diferenciar y clasificar las plantas y, en particular, sus partes reproductivas para manipularlas; paso cuatro, el recuento del número de cromosomas y la electroforesis, que separa las proteínas solubles del tubérculo, son algunos de los métodos utilizados para elaborar una tipología; paso cinco, un germoplasma es siempre el mismo en el tiempo y en el espacio, como Dios. Es decir, una especie determinada es un “ente” definido e inmutable desde su creación, cualquiera sea el lugar donde se encuentre. Por tanto, el manejo de los recursos genéticos: taxonomía, conservación, generación y selección, se reduce al manejo de los genes y se puede exportar a todo el mundo. Reduccionismo mecánico, objetivo y universalista.

Para el criador andino, por el contrario, la planta es parte de un todo; la planta “en sí” no existe. Su vida se explica en relación con los demás seres vivos del entorno con los que conversa y emociona. Este software lo lleva a tener en cuenta, antes que la planta misma, el Contorno, muyta: la chacra, es decir: suelos, riego, microclima, animales, demás plantas incluidas “malezas”, piso ecológico; y el Entorno, muyt´a: la pareja, la familia, la comunidad, el qhathu: el mercado, la celebración, los indicadores biológicos, metereológicos, estelares. Además, el criador andino contempla las partes de la planta: raíz, tallo, hojas, flores, semillas avizorando una mirada interconectada de conjunto. La planta, para el criador andino, no se reduce a las semillas: al germoplasma.

Así, pues, de ambas visiones derivan maneras diferenciadas de manejo de los “recursos genéticos”, según el monoteísmo occidental, y de trato cariñoso a la Ispälla, según los animistas andinos.

 

Homogeneidad versus diversidad

En el modelo occidental, el fitomejorador, a partir de los genes, tendría, teóricamente, un amplio margen de maniobra para manipular y generar un vasto abanico de nuevos materiales. Sin embargo, prácticamente, su labor se reduce a generar nuevas plantas en base a una sola determinanate principal: el aumento de la productividad. Reduccionismo productivista. Esta pulsión responde a la creencia (fe monoteísta) de que todos los agricultores del mundo quieren producir más y más; por tanto, esta teología agronómica colige que existe un interés universal que asegura un mercado global. Aún si intervienen otros caracteres, tales como resistencia a plagas y enfermedades, precocidad, resistencia a condiciones climáticas extremas, etcétera, para generar nuevas variedades, todos apuntan hacia lo mismo: el carácter cuantitativo del mayor rendimiento por hectárea. Las consecuencias de esta tendencia unilateral son la homogeneización de los cultivos y la cada vez mayor especialización de los productores. Una consecuencia directa de la homogeneización es la fragilidad de las semillas mejoradas a condiciones imprevistas del medio ambiente.

Para el criador andino la tendencia es la contraria. El busca diversificar sus cultivos y esto por las siguientes razones: por un lado, sus objetivos productivistas (considerados universales por el monoteísmo científico occidental) están muy relativizados por otros objetivos como, por ejemplo, la necesidad de limitar los riesgos climáticos, la prioridad dada a la dieta alimentaria diversificada, etc. Por otro lado, su visión sistémica y su modo holístico de relacionarse con la Pacha, lo lleva a mantener e incluso a generar chacras en lugares inverosímiles para, justamente, suscitar nuevas variedades. Esta generación de nuevas variedades puede ser natural o inducida; en cualquier caso se lleva a cabo in situ. Entonces, al no apuntar solamente hacia una mayor productividad y al considerar tanto el Entorno como el Contorno y no sólo el gen, el criador andino dispone y busca la diversidad máxima de sus cultivos.

 

Artificialización versus Chacra

En el modelo occidental, el “material mejorado”, producido en un laboratorio o una estación experimental, ex situ, por tanto, debe ser utilizado después por los productores en sus medios respectivos que, de hecho, son muy diferentes. Como se sabe, las condiciones del medio ambiente influyen sobre el desarrollo de la planta y sus condiciones de reproducción. Entonces, para asegurar que una variedad “mejorada” exprese todo su potencial productivo, se debe limitar y controlar las influencias desfavorables del medio natural; de ahí, el Paquete Tecnológico: preparación mecanizada del suelo, aplicación de fertilizantes, utilización de bioquímicos … todo esto cumple el rol de artificializar el medio natural, modificándolo para ofrecer al “material mejorado” condiciones óptimas. Además de esta artificialización del medio natural, el Paquete Tecnológico tiene otras consecuencias, no siempre previstas: por ejemplo, modifica el sistema productivo, cambia costumbres alimenticias, degrada la naturaleza, debilita al ayllu, cuestiona los valores culturales; “despachamamiza”, como dice van der Ploeg. Produce pobreza rural.

Para el criador andino, en cambio, hay tres elementos que es preciso tomar en cuenta. Uno, el criador andino opera sistémicamente: cualquier modificación en una parte, repercute en el Todo. Por eso fracasan los Paquetes Tecnológicos de la Revolución Verde. El paradigma sistémico se muestra más fuerte que el paradigma reduccionista moderno. Dos, para el criador andino no hay cosas, objetos, todos son seres vivos que merecen conversación, respeto y cariño. Por tanto, la relación sociedad-naturaleza no se basa en la dominación o la explotación, sino en un diálogo ritual basado en la reciprocidad. Tres, la civilización animista andina es pachacéntrica no antropocéntrica, como la del monoteísmo occidental. Debido a esto, la Chacra es un microcosmos sacramental donde la vida celebra la Vida en comunidad y comunión con su misterio.

 

Crianza de los “recursos fitogenéticos”

 

Comparemos los dos sistemas: el animista y el monoteísta, a partir de algunos ejemplos.

 

Taxonomía y nomenclatura

 

En el modelo occidental, la taxonomía para identificar y clasificar recursos genéticos se basa en dos principios: uno, cualquier genotipo constituye un ente determinado y definido de una vez para siempre; si aparece un leve cambio, geno o feno-típico en ella, se trata de un nuevo ente que recibirá otro nombre o número para ser identificado. Dos, como la planta antes, el recurso fitogenético es extraído de su medio y se le define un carácter intrínseco hereditario a través de la composición química de sus cromosomas.

Para el criador andino, en cambio, los criterios de identificación de una planta son múltiples y varían de lugar a lugar. En general, siguiendo el modelo Yanantin, de Paridad genérica, distinguen entre papa qhini, varón, alargada, amarga, y papa luk´i, hembra, redondeada, dulce. Hay un grupo especial: las munta, que son absolutamente mujer, como la papa imilla. Esto se determina a través de la técnica del Sukullu que es pensar sintiendo la energía del otro; algo así como sintonizar su frecuencia de onda. Otras taxonomías. Por el destino: para autoconsumo, para el qhathu, para el mercado, para reciprocidad, para ritualidad. Por utilidad: para pelar, munta, para cocer sin pelar, qhati, para semilla, jatha, para hacer chuño, chuñu. Por las cualidades superficiales: color, forma, tamaño, textura. Por características morfológicas: pequeña, mediana, grande, descomunal. Por el lugar de donde proviene la semilla, etcétera, etcétera. Con otras palabras, se trata de un sistema de pensamiento relativístico, contextual, subjetivo, energético, biodinámico, en el continuo mente-cuerpo, además de sensual, práctico y utilitario.

 

Bancos de Germoplasma y la Chacra como santuario de la regeneración in situ

 

La agronomía occidental, en coherencia con su sistema metafísico substancial y su método analítico, tiende a separar, ora en fases: colección, conservación, manipulación y difusión, ora espacialmente: al establecer compartimentos estancos, ex situ, donde conserva, en cámara fría, el germoplasma.

En la crianza andina de la Chacra, el homo mayeuticus está más preocupado en conversar y cuidar, calurosamente, como si de un ser humano se tratara, el crecimiento y transformación de las plantas en su medio así como la transformación del medio mismo en el que se regenera la vida, llevando a cabo todas las operaciones rituales: tecnología simbólica, simultáneamente e in situ.

 

Generación y selección de nuevos genotipos

 

Finalmente, mostraré también las convergencias técnicas de ambos sistemas en la generación y selección de nuevos genotipos: la selección masal, las técnicas de aislamiento o prevención de las mezclas de cruzamiento, el aprovechamiento de la heterosis o vigor híbrido, la selección clonal, la selección de quimeras y aun la selección individual.

 

Así, pues, ojala tomemos consciencia de la importancia de ser una de las cunas de la invención de la agricultura, de tener una tecnología simbólica, amigable con la biosfera y que reproduce biodiversidad, sin las cuales la vida en el planeta Tierra no es posible.

 

 

Para los que quieran seguir profundizando, les sugiero las siguientes lecturas: Jorge Apaza Ticona, “Cosmovisión andina de la crianza de la papa”, en: Juan van Kessel y Horacio Larraín (editores) Manos sabias para criar la vida. Tecnología andina. Abya Yala, Quito,1997. Denise Arnold y Juan de Dios Yapita (compiladores) Madre melliza y sus crías. Ispall mama wawampi. Ontología de la papa. HISBOL / ILCA, La Paz, 1996. Fritjof Capra, La trama de la vida. Anagrama, Barcelona, 1998. John Earls, Aportes del conocimiento y la tecnología andinos en el contexto de la aldea global. Departamento de Ciencias Sociales, UCP, Lima. Humberto Maturana y Francisco Varela, Autopoiesis and cognition: The realization of the Living. Reidel, Dordrecht, 1980. Mario Torres y Saúl Mamani. La importancia y valor de las papas nativas en las comunidades andinas. Documento de Trabajo, Ricerca e Cooperazione, La Paz, 2007. PRATEC, Los caminos andinos de las semillas. Lima. 1997. Así mismo: Denise Arnold y Juan de Dios Yapita (compiladores) Madre melliza y sus crías. Ispall mama wawampi. Ontología de la papa. HISBOL / ILCA, La Paz, 1996. Stephen Brush et alt. “La dinámica de la agricultura andina de la papa”, en Economy Botanic, 35(1981)1-15. Gerardo Fernández, El banquete aymara. Mesas y yatiris. HISBOL, La Paz, 1995. François Greslov, Manejos campesinos de los recursos fitogenéticos andinos. s/f. Eduardo Grillo, Agricultura andina y saber campesino. PRATEC. Lima, 1988. Jan van der Ploeg, Knowledge systems, metaphor and interface: the case of potatoes in the peruvian highlands. Paper, Wageningen, 1989. Grimaldo Renfijo, Recursos fitogenéticos andinos. PRATEC-PPEA, Cajamarca, 1988. Roberto Rhoades, La papa, recursos genéticos y estrategias agrícolas: comparación entre los Andes y los Himalayas. s/f

 

 

También te podría gustar...