¿Cuán reformista es el papa Francisco?

Los frentes abiertos del Vaticano en América Latina por 5 julio 2015

En sus más de dos años de pontificado, Francisco ha generado numerosos titulares.

Es cierto que al volver a su América Latina natal este domingo, el papa Francisco comenzó a sentir de cerca el fervor que su figura despierta entre millones de católicos y el entusiasmo que causan sus reflexiones sobre temas como la pobreza o las «enfermedades» de la Iglesia.

Pero también es cierto que el Vaticano que él encabeza mantiene varios frentes abiertos en esta región, que generan cuestionamientos a la imagen de reformista o hasta de librepensador que algunos ven en el pontífice argentino.

Esos asuntos, que van desde el aborto o el matrimonio gay hasta los abusos sexuales dentro de la Iglesia, se han vuelto a menudo temas candentes en la Sudamérica que el papa recorrerá hasta el 13 de julio.

En sus más de dos años de pontificado, Jorge Bergoglio generó titulares y alarmó a conservadores hablando de algunas de esas cuestiones, y quizá vuelva a hacerlo en su gira por Ecuador, Bolivia y Paraguay.

Pero algunos especialistas advierten que el primer papa latinoamericano sigue lejos de transformar significativamente a la institución que lidera, como muchos esperaban.

El matrimonio entre personas del mismo sexo sigue siendo un tema espinoso para el Vaticano.

«No ha cambiado la doctrina de la Iglesia, de modo alguno, por lo menos hasta ahora. Y no creo que vaya a hacerlo», dijo Edgar Leite, un profesor de historia de las religiones y miembro de la Academia Brasileña de Filosofía.

«Es un papa abierto. Ahora, es un celador, un guardián de una Iglesia que tiene una doctrina muy clara y tradicional, pero que tiene una consistencia teológica. El papa es abierto, pero su papel es volver la doctrina de la Iglesia comprensible en el mundo contemporáneo», añadió en diálogo con BBC Mundo.

«Una de cal y otra de arena»

América Latina es una región que refleja de modo peculiar los enormes desafíos que Francisco y la Iglesia enfrentan actualmente y que, según Leite, exigen «una gran creatividad teológica».

El papa ha logrado devolverle protagonismo político a la Iglesia en la región, con actitudes como el apoyo al deshielo entre Estados Unidos y Cuba o su prédica a favor de los pobres, y esto aumenta la expectativa por su visita.

Sólo el mes pasado, sorprendió con una encíclica sobre ecología que responsabiliza a países ricos y grandes empresas por el cambio climático.

También sostuvo que hay casos en que la separación matrimonial «es inevitable», algo que muchos interpretaron como una señal de modernidad pese al dogma del divorcio.

Pero América Latina, donde viven dos de cada cinco católicos del mundo, ha procesado recientemente cambios sociales rápidos que van a contramano de posturas que defiende la Iglesia, que en los últimos tiempos perdió fieles en la región.

Por ejemplo, tres de los grandes bastiones del catolicismo latinoamericano -Brasil, México y Argentina- han permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo por la vía legislativa o judicial.

Y la lista tiende a crecer: Uruguay también lo legalizó, Ecuador -donde el Papa iniciará su gira- aprobó la unión civil para parejas homosexuales en abril y se prevé que Chile lo haga este año.

Al finalizar su visita a Brasil en 2013, la primera que hizo a la región como Papa, Francisco causó revuelo cuando preguntó públicamente quién era él para juzgar a una persona gay que «busca al Señor y tiene buena voluntad».

Pero algunos notaron que eso tampoco cambiaba nada en una Iglesia que sí condena la práctica homosexual. En mayo, el Vaticano calificó como «una derrota para la humanidad» la aprobación del matrimonio gay en Irlanda.

«Es como una de cal y otra de arena», dijo a BBC Mundo Teresa Lanza, una abogada que dirige la oficina boliviana de Católicas por el Derecho a Decidir, una red que defiende los derechos sexuales y reproductivos de mujeres.

Lanza opinó que «en la agenda pendiente» que tiene la Iglesia hay temas como el acceso a los anticonceptivos, el uso de preservativos para luchar contra el VIH, o el aborto, «que está exponiendo a las mujeres a situaciones dramáticas»

La Iglesia siempre ha sido contraria al aborto (en 2012 decidió excomulgar a los legisladores que lo legalizaron en Uruguay) y esa posición nada ha variado bajo el pontificado de Francisco, que en mayo definió ese acto como una «plaga» y un «atentado a la vida».

Ahora el papa terminará su gira en Paraguay, un país sacudido por el caso de una niña de 11 años embarazada por presunta violación: el gobierno rechazó la posibilidad de que aborte, como recomendaron expertos médicos por motivos de salud.

«La vergüenza»

Un asunto especialmente espinoso para el Vaticano en América Latina es el de los abusos sexuales cometidos por curas, que Francisco ha calificado como «la vergüenza de la Iglesia».

El papa autorizó el mes pasado juzgar por «abuso de poder» a las autoridades eclesiásticas que encubran a sacerdotes denunciados por esos abusos a menores o a personas frágiles.

Esto fue considerado un paso importante para resolver un problema que la Iglesia arrastra desde hace mucho.

Sin embargo, también abrió nuevos frentes para el Vaticano en la región, donde surgen preguntas de hasta dónde llegará el tribunal que el papa ordenó crear para estos delitos.

La revista mexicana «Proceso» publicó a fines de junio una lista de jerarcas católicos en ese país que calificó como encubridores de pederastas, encabezada por el cardenal Norberto Rivera Carrera.

La publicación se basó en el testimonio del exsacerdote Alberto Athié, quien citó casos impulsados por organizaciones no gubernamentales y demandas presentadas por víctimas de abusos.

Un abogado del cardenal Rivera rechazó las acusaciones, dijo que su defendido «nunca ha encubierto a nadie» y anunció demandas civiles contra la revista y Athié.

En marzo, el Vaticano defendió el nombramiento de un obispo chileno acusado de encubrir abusos sexuales, afirmando que no se habían encontrado razones objetivas que lo impidieran.

El obispo Juan Barros había sido cuestionado por sus vínculos con el sacerdote Fernando Karadima, a quien tanto la justicia ordinaria como eclesiástica consideraron responsable del abuso sexual de menores en los años ’80 y ’90.

«Juan Barros estaba parado ahí, mirando, cuando me abusaban a mí. No me lo contaron, me pasó», dijo uno de los denunciantes del caso, Juan Carlos Cruz, a BBC Mundo.

Lanza afirmó que «sigue la violencia sexual cometida por sacerdotes» y reclamó que los acusados respondan ante la justicia penal por sus actos y haya reparaciones para las víctimas.

«Que (el papa) mande señales al pueblo católico de que realmente se van a producir estos cambios», indicó.

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